El fin de En los días previos a navidad tuvimos la posibilidad de poder tener la misión Spínola en alto Luena. El grupo misionero estaba formado por: Irma María Cuenda, Irma Marilene (franciscana de la Santísima trinidad), las tres aspirantes: Blanca, Julia y Menga, cuatro jóvenes del grupo vocacional de aquí y yo. La casa de voluntarios fue nuestro hogar durante esta semana.
Fue una semana con muchas expectativas. Ya que era la primera vez que íbamos a misionar aquí, no sabíamos muy bien los dialectos ni si nos iban a comprender. En todo teníamos que dejar que sea Dios quien nos conduzca porque nos sentíamos siervos inútiles.
Al poco tiempo de llegar ya se había pronunciado la lluvia. Esto nos impidió poder comenzar con las visitas. Pero nos posibilito el crecer como grupo porque teníamos tiempo para intercambiar pareceres, conocernos, meditar juntas un tiempo y ver como íbamos a vivir esta semana. Aprovechamos para organizarnos internamente.
Ya cuando el tiempo lo permitió comenzamos las visitas a las familias. Que por cierto nos abrieron las puertas con mucha calidez humana. La humildad y sencillez de la gente nos llenaba el corazón de alegría y nos entusiasmo para seguir ofreciendo este tiempo a pesar del tiempo.
Por las tardes teníamos encuentros con los niños y jóvenes del lugar. Estos no faltaban siempre estaban antes de tiempo ya a nuestra espera con deseos de poder tener una tarde distinta. Era impresionante ver en los rostros de estos niños el deseo de estar compartiendo el momento, los juegos, las catequesis.
Aunque había cosas que no nos resultaban fáciles valía la pena arriesgarse. Creo que todo nos sirvió para aprender a ser pacientes, dóciles, abiertas, simples, generosas, dejar que Dios nos conduzca como quiere.