Yo contestaría rápido: “Porque Dios lo ha querido así y yo, libre y conscientemente, le entregué mi vida, ingresando en la Congregación que me acogió como miembro suyo”. Esa es la respuesta escueta.
Pero la historia es mucho más compleja. Mirando hacia atrás en mi historia personal, veo cómo el Señor fue preparándolo todo con infinito cariño para que mi vida fuese lo que es hoy. Estoy segura de que Dios nos acompaña y nos habla a través de las personas y circunstancias concretas que van apareciendo en nuestra vida.
Mi madre era de un pueblo de Jaén y mi padre de Granada; (en ninguno de los dos sitios estaban las Esclavas por entonces). Por diversas circunstancias se conocieron y se casaron en Málaga, donde yo nací. A la hora de buscarme un colegio, preguntaron cuál era el mejor de Málaga y les dijeron que el de las Esclavas. Y por si fuera poco lo de ser “el mejor”, estaba cerquísima de donde vivíamos. Así que allí me escolarizaron con cuatro años.
Una de las cosas que recuerdo con más agradecimiento de los tiempos de colegio es el amor a la Virgen que nos inculcaban. Ella ha estado presente en toda mi vida de forma muy especial; y fue su entrega total al Señor lo que despertó en mí la inquietud por hacer yo lo mismo que Ella: Tomar mi vida entera y entregársela de forma total e incondicional: “Aquí está la Esclava del Señor…”
No fue una decisión fácil para mí. Le di muchas vueltas. Era pequeña – tenía seis años- y pensaba que quizá, cuando fuera mayor, no quisiera hacer lo que entonces me atraía tanto y me inquietaba por dentro. ¿Y si me enamoraba de alguien y quisiera formar mi propia familia? ¿Y si esa idea me ilusionaba lo mismo que la que ahora me atraía? ¿Qué pasaría si después quisiera hacer otra cosa?
No creo que yo tuviera presente en mi mente las parábolas del tesoro y la perla de gran valor que uno encuentra…y vende todo para poder comprarla. Pero eso es lo que acabé por hacer. Como aquel deseo de entregarme al Señor como la Virgen no me dejaba tranquila, y veía que era algo hermoso y bueno que yo podía hacer por el Señor… ante las preguntas y las dudas que me surgían me dije a mí misma: “Pues para que, aunque quiera otra cosa, no pueda hacerla”… Y con toda la decisión y voluntad que me permitían mis pocos años, le entregué mi vida al Señor, como la Virgen, sin saber muy claro a qué me comprometía aquello ni la forma concreta de hacerlo.
Pero allí estaban la Esclavas… eran un camino posible que me invitaba, una puerta que se me abría, personas concretas que me acompañaban, me facilitaban los pasos a seguir, me estimulaban con su ejemplo… y me aceptaron para compartir su vida y su forma de entregársela al Señor, y… ¡aquí estoy y aquí sigo! Acabo de celebrar los 50 años de mi Profesión y me falta boca para agradecer al Señor, y a todos los que caminaron y caminan conmigo, tanto bien recibido.
Y cuando recuerdo aquella primera decisión de mi infancia, tan “voluntariosa”, me parece ver al Señor sonriente diciéndome: “No me elegisteis vosotros a mí… Yo os elegí a vosotros…”
¡Y me siento la persona más feliz y agradecida del mundo!
Encarna Martínez de Federico ADC (M.Vega)



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