A menudo por los pasillos, en los intercambios, o incluso en plena clase (de forma inesperada), muchos de los niños/as, adolescentes y jóvenes con los que convivo día a día, con los que paso bueno ratos, comparto grupos y charlas de todo tipo… me sorprenden con preguntas como esta: “Me caes muy bien pero… ¿Cómo es posible que te hayas hecho “monja”? ¿Estás tonta o qué? ¡¡No lo entiendo!! ¿Cómo fue eso?...”
Comprendo que en principio cuesta entenderlo, y no pretendo con estas letras aclarar todos los interrogantes que mi forma de vivir despierta en ti, pero al menos espero contagiarte algo de “mi locura” para que no me sientas “tan bicho raro”. Me gustaría contarte que ser Esclava y ser feliz no es solo “compatible” sino que es ¡estupendo! Te lo contaré a partir de una anécdota que viví hace pocos días:
Una de las veces que me asaltaron con una pregunta de este tipo, no sé, fue curioso; me quedé sin palabras y por lo visto apareció en mi rostro una sonrisa de oreja a oreja. Eran alumnas de 1º ESO, estaban expectantes, esperaban que les diera una respuesta convincente, una muy impaciente me dijo: ¡Ángela, no te sonrías tanto y explícanos! ¿Por qué eres monja?... y a mi no se me ocurrió otra cosa que decirle: “Pues creo que ya os he respondido, soy “monja” porque Dios me hace sonreír siempre y eso me encanta”. Ahora las que se quedaron sin palabras fueron ellas… me miraron con cara de… “Ángela a ti no hay quién te entienda” ¿Qué pasa que Dios te hace “cosquillas” o qué?” me dijo una con un tono algo irónico… y a partir de aquí se desencadenó una conversación muy interesante sobre lo que Dios es capaz de provocar en las personas… y concretamente lo que provocó y provoca cada día en mi.
Y la verdad es que esta afirmación que me surgió espontánea no me dejo indiferente, ¡pues si! Creo que hoy por hoy esta es la razón que más me convence. Soy Esclava porque Dios me hace sonreír cada mañana cuando suena el despertador ¡¡que ya es difícil!! Y me anima desde bien tempranito a afrontar el día “encajando y sonriendo evangélicamente” como dice un S.j. que muchas hermanas mías conocen… ¿Quién se va a negar a vivir con este tono vital? Yo desde luego no, ¡yo a esto me apunto! Y cuando digo que Dios me hace sonreír no me refiero a una sonrisa fácil e ingenua, como si una viviera ajena a las situaciones de dolor y sufrimiento que muchas veces se nos presentan… me refiero a una sonrisa conscientemente elegida como modo de afrontar la vida a pesar de las dificultades.
Y tú estarás pensando… todo esto que me estás contando está muy bien pero… “no es necesario ser Esclava para vivir sonriendo, ¿no?” Y realmente tienes razón, hay otros modos de vida a través de los cuales Dios también te hace sonreír, pero resulta que yo descubrí este y ¡me gustó!, y justo esto es lo más difícil de explicar… yo no sé cómo surgió, sólo sé que me atrapó (creo que es muy parecido a cuando uno se enamora), se entontece y no ve más allá de la persona que ama… y así fue; Dios me enamoró a mi poquito a poco, a golpe de grupos, marchas montañeras, ratos de oración… hasta que me insinúo lo de ser su Esclava, yo con una sonrisa “pequeña”, titubeos y millones de dudas… ¡le dije que sí!, y tengo que decir que aunque los inicios no fueron fáciles y por fuera las circunstancias me hicieron llorar alguna que otra vez… le doy GRACIAS al Señor porque por dentro siempre me ha regalado la posibilidad de sonreír. ¡Ojalá el Señor siga siendo siempre mi alegría! y ¡Ojalá! tu descubras algún día que Dios se las ingenia cada día para sacarte a ti también tu mejor sonrisa…
Saludos y hasta la próxima.
Ángela adc.
Para leer más testimonios ADC pincha aquí.