Hola, tenía tiempo queriendo compartir con todos ustedes esta experiencia, es maravilloso poder hablar de lo que se ama y de lo que hace feliz, ensanchando el corazón y dándole vida abundante en cada instante, en cada suspiro.
Crecí en un hermoso pueblo del Estado Mérida (Venezuela), Bailadores, nada más el nombre es sinónimo de fiesta, de alegría, de música; y siento que el Señor al darme la vida en aquel lugar ya estaba definiendo gran parte de mi ser.
Vivíamos en una casa pequeña en medio de las montañas, perdidos del mundo y de los grandes inventos y tecnologías, nunca imaginaba la inmensidad de la tierra, las diferentes razas, los distintos pueblos… eso solo lo comencé a conocer cuando caminaba más de una hora para llegar a mi escuela, ciertamente vivía en la inocencia, pero a la vez en la sabiduría de aquellas bellas tierras y en la cercanía de 8 hermanos mayores y uno menor que yo y mi papá que cariñosamente nos tenía preparado el almuerzo cuando regresábamos de la escuela. Mi mamá trabajaba en la ciudad e iba todos los fines de semana cargada del alimento necesario para la semana.
Que bonitos días, que grandes recuerdos; gracias Señor.
Al ir creciendo, iba descubriendo que detrás de cada montaña había un mundo diferente, gentes luchando por sus vidas, y que en cada ciudad había también campos, trabajos sofisticados de oficinas y cosas así, pero también trabajos pesados y fuertes.
En medio de toda esa realidad Dios se manifestaba, dándole fortaleza a mi corazón, en mi casa pues las cosas no funcionaban muy bien, sin embargo yo tenía claro una cosa, tenía que estudiar, me tenía que desprender de aquel paraíso, de aquellas montañas…
Cuando realicé mi Primera comunión, fue un gran día para mí, ir a comulgar era grandioso, me sentía feliz, tenía muchos nervios y algo fuertemente latía en mí. Allí estaba mi Señor, ahora lo sé, ahí me conquistó, ahí robó mi corazón.
Desde ese momento, aunque pasaron algunos años, la presencia de Dios en mí era un poco más palpable. Al terminar Bachillerato yo tenía pensado irme con la comunidad de laicos Consagrados, “Jesús es Señor”, pero Dios salió a mi encuentro y un seminarista, ahora ya sacerdote y amigo, Leonardo. Me aconsejó, así que terminé yéndome a la Universidad.
Ya estaba en la ciudad de Mérida, ahí tenía un grupo de misiones llamado JUCAMI, y daba catequesis en la Catedral. El Señor me insistió y de nuevo tocó mi puerta, “Si quieres ser mi discípulo, niéguese a si mismo y sígueme” huí como Jonás, de esa lectura, pero me atrapó en una eucaristía de 6 de la tarde en la catedral y el Párroco; Padre Cándido decía que por miedo le cerraba las puertas al proyecto de Dios en mi vida… eso me hizo pensar, definitivamente el Señor quiere algo conmigo y decidí hacer la búsqueda más en serio.
Después de varios días hablé con el P. Cándido mis inquietudes y él me habló de las Hermanas Esclavas del Divino Corazón. ¡¡¡Dios!!! Pensé yo. ¿Esclavas? El me dijo: “conociéndote como te conozco, creo que puedes encontrar ahí lo que buscas”. Al fin decidí conocerlas y me presente a la puerta del noviciado “Celia Méndez” allí Máxima abrió la puerta y con una gran sonrisa y con mucha sencillez me escuchó, salí aliviada, con paz, con alegría, llena de miedo, pero con deseos de volver, poco a poco fui conociendo a cada una, la misión y carisma de la congregación. Me conquistó el carisma. Siento que desde siempre el Señor me invitaba a descubrir su amor, dejarme invadir por él y luego hacer que otros también se empapen de lo más grandioso que tenemos los seres humanos; la capacidad de amar, y además la gracia dada por Dios de amar sin límites, sin fronteras, sin condiciones. Esto es simplemente un gran milagro, un milagro que se puede hacer todos los días. Hoy agradezco infinitamente a mi Señor esa llamada, me siento feliz de pertenecer a esta gran familia y el poder decir siempre “lo que tú quieras lo quiero yo” me alimenta mi corazón porque tengo la certeza que no soy yo, sino es él quien va obrando en medio de mis flaquezas y mis debilidades. Gracias mi Señor… te amo, pero quiero amarte más.
Que el Señor nos bendiga y enseñe a ser fieles. Con cariño.
Ledys Labrador. ADC
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