Creo que la fe de mi familia, la mía propia, engancha con el TRONCO DE FE que ha sido y sigue siendo mi madre.
Una gran sensibilidad, desde muy pequeña, hacia el Señor y sus cosas, unido a una como resolución interior, que me ha acompañado desde los 13 años a elegir el camino de lo que permanece y no envejece con los años, constituyeron la tierra donde la llamada del Señor arraigó.
Esta resolución tuvo que ver con un hecho concreto: Desde los 13 años estuve interna en la Residencia de Madrid, que entonces era Colegio. Un Domingo, en el autobús nº 2 pasando por la calle Guzmán el Bueno, vi en la acera, al mirar por la ventanilla, a una señora muy anciana –una de tantas-... En ese momento, experimenté como un escalofrío interior, al pensar: “Algún día yo también seré anciana”. Y en aquel momento, deseé con toda mi alma “seguir un camino en mi vida que me mantuviera por dentro siempre joven…”
El ambiente del Colegio, algunas Esclavas concretas que me acompa-ñaron, y sobre todo el encuentro con la persona de Jesucristo y su evangelio, hicieron posible el paso al Noviciado. El apoyo de mis padres siempre, su manera de vivir mi vocación, ha sido desde el principio un apoyo a todo lo que el Señor ha ido tranzando en mi vida.
Mi trayectoria en la fe tiene mucho que ver con la confianza. Tengo la experiencia de SER CONDUCIDA, envuelta por una “providencia” que me acompaña y me ayuda a vivir los acontecimientos sin inquietud, confiada y serena, apoyada en Quien me conduce.
Esto se compagina con mi limitación, mi pobreza en tantos sentidos. Se va dando en el encuentro con la realidad que me toca, con las personas que vivo, a las que trato de no pedirles lo que no tienen y sí lo que tienen y pueden aportar. Este VIVIR DESDE LO POSITIVO y no desde lo negativo de las personas y las situaciones lo descubro como aprovechamiento de las energías personales y situacionales para construir entre todos la Casa común, la familia del Padre en la que todos somos hermanos.
Después de 47 años en la Congregación, en la que he recibido todo el alimento que he necesitado para llegar a ser lo que soy, experimento con gozo haber acertado en el camino, ya que en la vivencia madura de mi vocación encuentro la realización plena de lo que deseé desde muy joven y busqué al entrar en la Congregación: seguir muy de cerca a Jesucristo, -encarnado sobre todo en los hermanos más pequeños que voy encontrando en el camino-, como el tesoro por el que merece la pena venderlo todo.
Encarna Corral ADC
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