“El Señor tomó la iniciativa, yo solo cooperé.” Esta frase es la que siempre se me viene cada vez que me preguntan sobre como decidí hacerme religiosa (ser monja) tan pronto.
Hace 14 años, cuando yo tenía casi 18, sentí el deseo y el valor de pedir permiso a mis padres para entrar en la Congregación, les dije que quería darme la oportunidad de empezar mi formación como postulante en la Congregación de las Esclavas del Divino Corazón (Hermanas Spínolas). Creo que fue el Señor quien me dio el valor que tuve en aquel momento, fue Él quien tomó la iniciativa, era Él quien quería establecer una relación profunda conmigo. Creo que siempre tuvo la iniciativa, desde que estuve en las entrañas de mi madre. Si veo mi propia vida y mi historia de enamoramiento, puedo decir que Él me bendijo y me sigue bendiciendo con muchas cosas grandes en mi vida.
Crecí en una familia sencilla. Somos cinco, yo soy la tercera niña con un hermano y 3 hermanas. Mis padres son sencillos, mi padre trabajaba en el campo, en un terreno de mi abuela y mi madre era ama de casa. A pesar de que éramos pobres, mi familia me enseñó valores y fue quien sembró en mi joven corazón esa fe en el Señor. Mi abuela fue mi primera maestra de la oración, después mi padre. Él nos hablaba siempre sobre nuestra fe cristiana y católica y fue quien nos llevó por primera vez a asistir a la Santa Eucaristía.
Puedo decir que a pesar de los problemas económicos que tuvimos mientras estudiábamos, he visto como El Señor nos dio la oportunidad de tener unos estudios y como nos regaló talentos e inteligencia. Terminé mis estudios en el colegio y en la Universidad católica como becaria. También he visto como el Señor me amó a través de mi familia: mi abuela, mis padres, mis hermanos, mis parientes y mis amigos que me rodeaban.
Cuando estudiaba en la Universidad de los Jesuitas, tenía un sueño sencillo: terminar mis estudios, ayudar a los demás y quizás casarme. Sin embargo, desde el primer año ya me hacía muchas preguntas: ¿Quién soy yo de verdad?, ¿Para qué estoy aquí?, ¿Después de todo esto, que?, ¿esa es la vida?, ¿cuál es mi lugar y mi misión en la vida? Al final, ¿seré realmente feliz? estas eran algunas de las preguntas que me hacía y había muchas más que me ayudaron en la búsqueda.
El primer año de la Universidad era catequista con las hermanas Spínolas, al mismo tiempo, era miembro de un grupo en la Universidad que tenía la misión de dar catequesis a los niños, especialmente los pobres que vivían en la barriada de la ciudad. En aquel momento no podía entender por qué sentía la alegría de dar mi tiempo como voluntaria a pesar de que el trabajo era un poco pesado. En ese tiempo, yo ya estaba siendo acompañada por una hermana en la búsqueda de lo que verdaderamente quería en mi vida y lo que el
Señor quería de mí. Fue ahí cuando me pareció ver que había algo más de lo que conocía de mí, de lo que hacía y de lo que tenía en ese momento, había algo más preparado para mí, pero algo más…
Desde entonces estuve buscando y conociéndome más a mí misma. En este momento tuve una profunda experiencia de cómo el Señor me había amado y cómo me había bendecido con tantas cosas buenas en mi vida. Aunque hubo problemas y dificultades en el camino, incluso estos momentos fueron también regalos ya que me ayudaron a volverme más fuerte y más madura. Fue entonces cuando me hice consciente de todos los dones y bendiciones de Dios en mi vida, no podía hacer nada sino sentirme muy agradecida y hacer eco de las palabras del Salmista cuando dice " ¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?"
Parece que mi corazón no podía contener la alegría de ser tan bendecida por el Señor, quería pagarle. La idea de hacerme religiosa vino a mí pensando que de esta manera podía pagarle; entregarme plena y totalmente a Él y a su servicio. Me preguntaba: "Si verdaderamente el Señor me llama a amar y seguirle en la vida religiosa, ¿le puedo decir no?", y por lo tanto, le dije que sí. ¿Y por qué con las Esclavas (hermanas Spínola)? En primer lugar, me atraían con su sencillez y la manera de relacionarse; en segundo lugar, yo me preguntaba por qué eran felices aun sin tener su propia familia: esposos e hijos; y tercero, porque me sentía amada y aceptada por ellas tal y como soy.
Y sí, decidí darme una oportunidad, si eso era lo que el Señor quería de mí. Al principio, mis padres no estaban de acuerdo conmigo. Pero confiaron en mí y me dieron permiso. Mi padre me dijo que si les preguntaba a ellos no estaban de acuerdo, pero que si era mi decisión, no podían hacer nada, de todos modos, era sólo un intento. Durante los dos primeros años, cada vez que iba de vacaciones con mi familia, mi padre me preguntaba si todavía seguía pensando en regresar al convento, mi respuesta siempre era “sí”... hasta que él cambió sus preguntas, "¿Cuándo vuelves (regresas)?; luego más tarde: "¿Cuál es tu tinaja? (destino)"…
A lo largo de estos años, he experimentado el amor de Dios y su fidelidad en mi vida que me ha hecho ser fiel a Él. El Señor me sigue sorprendiendo con muchas cosas buenas...y por ello estoy muy agradecida.
¡Muchas gracias Señor mío!
Angie, ADC
Para leer más testimonios ADC pincha aquí.