Soy Virginia, española y llevo en Ecuador 18 años. Agradezco a Dios esta oportunidad que me dio de vivir en este país donde me he sentido acogida y querida y al que amo entrañablemente.
Estos años los he vivido en Quito acompañando a las jóvenes que querían ser Esclavas.
Años muy ricos en experiencias que me han ayudado a adentrarme en esta cultura y a valorarla y quererla como cosa propia.
Conocí a las Esclavas en Corteconcepción y con ellas viví más de veinte años trabajando codo a codo cuando aquella Escuela Hogar estaba repleta de niñas y la vida no era fácil económicamente. Allí descubrí que a mi vocación de educadora le faltaba algo y ese algo lo ví vivir y gozar en muchas hermanas que día a día se entregaban con alma y vida a la misión de educar y de dar a conocer el gran amor a Jesucristo que ellas sencillamente habían experimentado. Me parecía genial y me animé a vivirlo yo también. Nombrar a estas Religiosas sería caer en el error de olvidar a alguna y no me lo perdonaría. Nombres que están escritos en el corazón. Agradezco a cada una y a la Congregación la confianza que siempre han puesto en mí. Mi situación familiar no era fácil y al ser hija única sentía la obligación de vivir junto a mis padres enfermos por largos años. Me sentía Esclava y eso me ayudó a afrontar una realidad nada fácil. Cuando faltaron mis padres todo fue cuestión de solucionar algunas cosillas administrativas y “caí” en el Noviciado. Fue comenzar a vivir lo que durante tantos años había visto, deseado y experimentado. Todo me era familiar, muy querido.
Después de unos años me ofrecieron venir a Ecuador, aquí hice mis Votos Perpetuos y aquí estoy.
Sigo viviendo en la Casa de Formación y con la alegría inmensa de ver a este grupo de jóvenes novicias que busca al Señor con ilusión, esfuerzo y mucha alegría. Nuevamente agradezco al Dios de la VIDA que me tenga entre gente joven, así me mantengo viva y con ganas de dar un poquito más aunque las fuerzas no sean las mismas.