Me llama nuestra hermana Lourdes Almeida: “Fátima ¿podrías ir tú al encuentro de Superiores Mayores que es ahí en Quito?. Le contesto: “Creo que es mejor que asistas tú que eres la Delegada”. Ella prepara con tiempo las maletas pero no llega, se puso enferma.
¡Bendita gripe! La asistencia a esta Asamblea ha sido un “intensivo de inculturación”, un baño de realidad nacional (de la mano del catedrático D. Enríquez Ayala Mora) y eclesial (con Monseñor Néstor Herrera).
En ambos casos con un cariño y valoración por la Vida Consagrada y una lucidez admirable, nos “tiraron un poco de las orejas” con la invitación a ser lo que tenemos que ser con calidad, a la vivencia de una espiritualidad sólida basada en la experiencia del Dios vivo y, sobre todo, a un compromiso claro y profético con el pueblo, sobre todo los que más sufren.
La asistencia a este encuentro ha supuesto también, y sobre todo, un mayor conocimiento de la Vida Religiosa del país. Una Vida Religiosa viva, inquieta, con sed y compromiso por la comunión, con una clara apuesta por lo intercongregacional y con la doble opción de la espiritualidad (desde la Palabra de Dios) y la opción por los excluídos.
Todo el encuentro se ha desarrollado en un ambiente de comunión, alegría, transparencia, respuesta generosa a los servicios solicitados… que me han llevado una vez más a agradecer a Dios el don de la Vida Religiosa a la Iglesia y a la humanidad y el haber sido llamada a formar parte de ella.
En otro momento os contaremos sobre la comunidad intercongregacional de Haití, la “minga misionera” de Sucumbíos, “los manjares del convento”…