El sentir que mi vocación es un DON y el sentirme profundamente amada por el Señor van unidos. Me es imposible separar el Amor del Señor de la vocación a seguirle siendo Esclava.
DON, GRACIA, REGALO de Dios que me llegó hace cuatro años y que cada día agradezco al Señor.
Tengo 35 años y hasta los 31 no conocí a las Esclavas. Aunque entré en la Congregación con 32 años, mucho antes ya había sentido la inquietud por seguir al Señor en la vida consagrada. Circunstancias, momentos concretos, debilidad… me impidieron tomar una opción que yo veía clara en aquel momento. Desde entonces hasta entrar en la Congregación, transcurrieron años. Años donde hubo alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, búsqueda continuada… Años de afianzar mis deseos de seguirle, años para intimar con el Señor, aprendizaje de vida, desarrollo de la vocación educativa,… El Señor estaba allanando el sendero y yo no lograba entender lo que ocurría.
Mi corazón sentía la necesidad de seguir al Señor de forma distinta a como lo hacía en aquellos momentos. “Id al mundo entero y proclamad la Buena Noticia”. Estas palabras calaron en mí y me hablaban de Evangelio, jóvenes, alegría, cercanía, sencillez, desprendimiento,…
En un primer momento, sentí que mi seguimiento a Cristo pasaba por la vida contemplativa pero… después de haber pasado algunos años, esa vida me “ahogaba”. El Señor me mostraba otro camino que me entusiasmaba pero me costaba encontrar. ¿Cómo, Señor? ¿Dónde encontrar el lugar para desarrollar mi vocación? La respuesta no la tenía yo pero el Señor sí. Él había preparado un sitio para mí y de la forma más inesperada me puso en el camino. En el verano de 2007 busqué alguna actividad con jóvenes cristianos y… conocí a las Esclavas ¡Bendito día!!!
Ese verano devoré los libros que pude encontrar de Marcelo Spínola. Una de las hermanas me prestó para que leyera su espiritualidad y… ¡qué sorpresa!, me encontré con unos escritos del Padre que hicieron latir mi corazón:
“ Teniendo yo en cuenta, y no sólo yo, sino otros también, la poca importancia que se da a la vida de contemplación cuando se está consagrado a la vida de acción, y viceversa, me propuse al formar la Congregación equilibrar estas dos vidas, unirlas de tal modo, que de las dos se formase una sola; este fue mi fin, para que llenas del espíritu de Dios, y abrasados vuestros corazones de amor divino, al tratar con las niñas, al ejercer la caridad, pudierais comunicarles esa misma caridad” (M. Spínola)
¿Estaba encontrando mi sitio? ¿Sería lo que yo imaginaba? Seguí interesándome por todo lo referente a las Esclavas, su forma de vida, la espiritualidad, carisma… ¡Era mi sitio!!?
Ante la certeza de que Dios me llamaba a seguirle de otra manera, pedí al Señor su fuerza para luchar contra lo que podía ser impedimento en mi seguimiento y… “tomé mi cruz y le seguí”.
Ser Esclava del Divino Corazón es un DON, un gran REGALO. Esta Gracia solo puedo agradecerla luchando cada día por ser su Esclava, por tener sus sentimientos, por Amar como Él amó, por acoger al prójimo, por mostrar la ternura de Dios a quienes la desconocen…
El seguimiento es un aprendizaje a lo largo de toda la vida. Me siento en continua evangelización, me siento barro en manos de Dios… pero tan querida por Él que ha sido capaz de “transformar en milagro el barro”.
Gracias, Señor, por tu llamada a seguirte siendo Esclava y te pido que me ayudes cada mañana a decirte “He aquí la Esclava del Señor!”
Filli