La misión la hemos llevado a cabo en una comunidad de Jipijapa llamada RETIRO. Y… ¡qué bien puesto tiene el nombre! ¡Bien lejos que estaba!
Con bastante ilusión emprendimos la marcha (Hna Patricia, una joven estudiante del colegio de Manta, Arantzazu, y yo). De forma especial llevaba en mi corazón el Evangelio de la mujer del perfume y cómo me sentía enviada a “derramar el Amor de Dios”, a impregnar todo aquello del “olor del Señor”.
Llegamos al lugar el jueves en la tarde y la lluvia, la oscuridad y la lejanía de las casas impidieron que pudiéramos reunir al pueblo. Descansamos y comenzamos el Viernes Santo.
Los vecinos del lugar fueron llegando gota a gota pero eran recibidos con gran ilusión y buena acogida ¡¡Ya éramos uno más!!! Vivían lejos pero no les importaba caminar para celebrar con nosotras la Pascua, para encontrarse con sus vecinos y para acercarse un poquito más al Señor. Recuerdo la sed de Dios de la gente del lugar, sus caras cuando les hablaba del
Amor del Señor por cada uno de nosotros, sus deseos de mejoras, sus sufrimientos, sus vidas… todo ello son signos de la presencia de Dios en la Comunidad de Retiro.
En misiones como esta lo importante es el AMOR. Las celebraciones, las actividades, los preparativos… procurábamos que estuvieran “a punto”, pero para ellos… ¡todo estaba bien! Era la primera vez que vivían el Triduo Pascual!
Lo nuestro ha sido sembrar, llevar la Palabra de Dios y… el día de mañana será regada y cosechada. Sólo Dios sabe. Hoy agradezco al Señor su paso en mi vida a través de esta experiencia. Él sigue hablándome en el Ecuador!!!
Filli