Gracias a Dios por regalarme vivir ésta experiencia de inculturación, de diferencia, de búsqueda y encuentro. Gracias a mis hermanas de comunidad por ser lo que son: hermanas para lo bueno y para lo malo. Gracias a mis padres por respetarme y acompañarme en ésta aventura. Gracias a la realidad de Ecuador, a su gente sencilla y cercana. Gracia a la Congregación que en personas concretas me ha ayudado a ser quien soy, me ha cuidado y me ha querido.
Sin más me despido de ésta ventana a través de la cual nos habéis seguido durante éste año, pero no lo hago para siempre, ahora desde la distancia soy yo también “espectadora” y cómplice de todo lo que pasa por allá.
Mercedes Blanco.