Lectura del libro del Génesis 18, 1-10a
En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacía calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo: «Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo.»
Contestaron: «Bien, haz lo que dices.»Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: «Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza.»Él corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron.Después le dijeron: «¿Dónde está Sara, tu mujer?»Contestó: «Aquí, en la tienda.»Añadió uno: «Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.»
COMENTARIO A LA PALABRA:
Acogieron sin saberlo al mismo Dios. La palabra griega para “hospitalidad” es filoxenía, amor al extranjero, inversión literal de un término terrible: xenofobia. En la Carta a los Hebreos leemos: “No olvidéis la filoxenía, porque por ella algunos, sin saberlo, acogieron ángeles” (13,2).
El autor neotestamentario se refiere a la escena del Génesis proclamada hoy. Abrahán ofreció, junto a la encina de Mambré, una cena de acogida a unos viajeros desconocidos. Tanto el que acoge como el que es acogido participan de una bendición. Abrahán y Sara son bendecidos por sus huéspedes, una bendición hará florecer el desierto de su esterilidad. Nada volverá a ser lo mismo.
os Padres de la Iglesia han creído ver en estos tres personajes una prefiguración de la Trinidad. Bebiendo de esta tradición, el iconógrafo ruso Andrei Rublev (1370-1440) creó una de sus obras maestras.
EL ICONO:
Los tres personajes tienen el mismo rostro. El autor expresa así la igual dignidad de los tres seres. Cada uno lleva además alguna pieza de vestido de color azul, color del cielo, símbolo de la naturaleza divina que los tres comparten.
Pero cada personaje tiene unas características especiales que nos muestran quién es.
El personaje que ocupa la parte derecha del icono representa al Espíritu Santo. Sobre la túnica azul, signo de su divinidad, lleva un manto que tiene el verde de la hierba en primavera o de las hojas nuevas. Este color simboliza el poder del Espíritu Santo para renovar la vida sobre la tierra. Detrás de la figura hay una montaña (un peña de color ocre justo encima del nimbo que rodea la cabeza). Las montañas son lugares de encuentro con Dios: Moisés habló con Dios en el Sinaí. Elías tuvo un encuentro con Dios en el Horeb. (Dios no estaba en el terremoto, ni en la tempestad, ni en el fuego,...sino en una brisa suave 2Re 19,12). Jesús se transfiguró en el Tabor. Su mano toca la mesa, y comunica a la Tierra la santidad de Dios. En la liturgia católica, el sacerdote dice antes de la consagración "Santifica estos dones con la efusión del Espíritu..." y extiende sus manos sobre el altar.
El personaje del centro representa a Cristo. El color marrón de latúnica es signo de su humanidad. Una tira dorada muestra que es el Mesías rey. El árbol tras la figura podría ser la encina de Mambré, el árbol del Edén, donde la serpiente engañó a Adán y Eva o el árbol de la cruz, donde Cristo venció a la muerte. La liturgia juega con la imagen de ambos árboles, el del Edén y el del Calvario: "el que venció en un árbol es en un árbol vencido", la mano de Cristo se apoya sobre la mesa. Los dos dedos extendidos muestran que en Él se unen lo humano y lo divino. La cabeza de Cristo y su mirada se dirigen hacia su derecha. Llevados por este movimiento también nosotros somos conducidos a contemplar al último de los tres personajes: el Padre. Cristo no nos retiene. Él nos muestra el rostro del Padre
El personaje de la izquierda es el Padre. Un manto de un color indefinible cubre la túnica color azul. Dios invisible, fuente de todo ser, el origen sin origen, el inefable. Ambas manos sostienen el bastón, símbolo de su serena autoridad sobre su cabeza hay una casa: la morada de Dios. De ella nos dice Jesús: "En casa de mi Padre hay muchas moradas, voy a prepararos un sitio" (Jn 14,2) "Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada" (Jn 14,23)
En el icono hay dos copas:
Una es claramente visible sobre la mesa. La otra puede ser visualizada siguiendo los perfiles de los personajes que representan al Padre y al Espíritu. Esta copa contiene a Cristo. Las dos copas son signo del cáliz eucarístico. La mesa en el centro del icono es el altar.El cuadrado grabado en la cara frontal de la mesa simboliza al mundo (cuando se pintó el icono se creía que la tierra era cuadrada). El mundo entero se convierte en lugar de celebración cuando compartimos. Por las miradas, el juego de sus manos y la inclinación de sus cabezas, los tres personajes forman un círculo que expresa la profunda comunión que les une. La Trinidad es esta comunión misteriosa. Pero este círculo no está cerrado. Se abre para incluir un cuarto personaje. Ese personaje eres tú! Al practicar la acogida, somos acogidos por Dios mismo en la comunión del Padre, Hijo y Espíritu Santo.