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Unción de Betania

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Este mosaico del P. Rupnik nos permite sintonizar nuestro corazón con el de Jesús que se encamina hacia la Pascua, hacia la entrega total.

El vaso roto y el perfume que sale con color dorado, recuerdan a la crucifixión: allí también hay un corazón roto y algo que fluye: la sangre de Cristo, símbolo del amor inconmensurable de Dios.

La mujer no hace otra cosa que responder de la misma forma que el amor reparador de Cristo. Sólo el amor puede reparar la brecha que el odio infringe al mundo. Solo un amor capaz de romperse y derrocharse puede curar las heridas.

Ésta es la manera de servir al mundo. Por eso él está sentado como un rey, rey de los servidores; y como un sacerdote, con la estola dorada de la misericordia. El lienzo que desciende de la cintura de la mujer, envuelve los pies como preludio de su mortaja, como anticipo de lo que va a suponer el cúlmen de su vida: su entrega hasta la muerte.
La pecadora no hace más que unirse al amor redentor de Dios, asumiendo su misma dinámica de entrega total sin reservarse nada.

Para orar
 
Pon tu mano sobre tu corazón, como lo hace la pecadora. ¿Qué experiencia tiene del amor tu corazón roto? ¿Siente agradecimiento hacia Dios?
¿Estás dispuesta a “romper el frasco” de tu vida, a entregarlo todo, a ungir con todos tus sueños y proyectos, a Aquel que te ha amado tanto?
Toma la toalla que ciñe a la pecadora y que amortaja los pies de Jesús. Es la misma que ciñó Jesús cuando les lava los pies a los discípulos. Te está invitando a hacer lo mismo. ¿Quién reclama tu servicio generoso?

(publicado por: Sacerdotes del Sagrado Corazón)
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