a. Agua viva, lo contrario a agua estancada. Ni siquiera aljibe o depósito, más bien manantial, surtidor. Dice Jr 2,13: “A mi me dejaron, manantial de aguas vivas, para hacerse aljibes, aljibes agrietados que no retienen el agua”. ¿Cuáles son mis aguas vivas? ¿Cuáles han sido (o están siendo) mis aljibes agrietados?
b. En el texto evangélico, dos conversaciones paralelas: Jesús por un camino ella por otro. ¿Me pasó? ¿Me pasa? ¿De qué me entero y quiero enterarme y de qué me entero y no quiero enterarme?
c. El culto a Dios en espíritu y en verdad… Sería bueno conversar sobre la necesidad que tenemos de avanzar en esto.
d. El reto no está tanto (¡¡que lo está!!) en abandonar las mitras, los báculos, los capisayos, los inciensos, los varales, las insignias, los…, sino en llenarse de espíritu y verdad. Es más fácil abandonar lo primero (¡que no lo es!) que vivir lo segundo.
Si se abandona sin más los ritos y el culto de Garizín y de Jerusalén, nos habremos quedado tan vacías como estábamos antes; eso sí, con menos parafernalia. Nada más. ¡Tremendo!
Lo que nos queda por hacer (¡es por dónde hay que empezar!) es adorar al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Y esto no se logra por abandono de lo primero sin más. Quizá sí, si lo primero se abandona por urgencia del Espíritu dentro de nosotras. Pero no si el abandono responde sólo a “cambios externos de formas” por deseo de “actualización”, se adquirirían otras, más o menos actuales, pero que, en sí mismas, nunca aportarán espíritu…