Señor,
de las manos clavadas
y los brazos abiertos,
de los labios sedientos
y velado mirar,
Me amaste hasta el extremo
y así yo quiero amarte
llegando hasta el extremo
de la fidelidad,
Yo no tengo, Señor,
unas manos clavadas
ni unos brazos abiertos.
Yo miro sin dolores
el dolor de tu cruz.
¿Por que no tengo, Señor,
unos labios sedientos
de ese amor que desea
sufrir igual que tú?
Señor crucificado,
desbordas cuanto existe,
es un mar sin orillas
tu manera de amar,
Déjame que contemple
esas manos clavadas
y esos brazos abiertos
ante un mundo sediento
de tu paz,
ante un mundo sediento
de tu luz.Consuelo Ojeda