¿Por qué soy esclava?
Me pide Fátima que haga esta pequeña colaboración. Aunque yo no soy muy amiga de estas cosas porque no me gustan ni el teléfono ni escribir, me parece “feo” decir que no. Así, pues, doy mi “versión”.
A estas alturas de la vida, me resulta tan fácil como el primer día, decir por qué soy esclava. Sencillamente, porque lo ha querido, expresamente, el Señor. No hay más.
Es donal el llamamiento inicial y el sostenido en este tiempo, largo de años y experiencia, que es la vida.
Cuando las cosas son de Dios, son envolventes y unifican; y esto, a cualquier edad y con cualquier preparación.
De inicio, en un momento determinado, se me hizo clarísimo por dentro, que lo que pensaba era lo que el Señor quería; y que así, podía hacer bien a otros.
En aquel entonces, esta entrega al Señor, era “ser monja”… De “carismas” e “historias”, nada de nada…; eso vino después y me fue dando forma con toda naturalidad…
Los años de formación, especialmente el Juniorado-Estudiantado, me aportaron un estupendo soporte. Sobre él, construyó el Señor a través de la vida, con sus ocasiones normales y estupendas; por supuesto, también, con sus contradicciones y contrariedades, claro es…
¿Por qué soy esclava? Porque el Señor lo ha querido de fondo y, en concreto, en la Congregación. Solo me queda decir, desde la gratitud y el cariño que mil vidas que tuviera, volvería a hacer lo mismo y en el mismo sitio… ¿Por qué? Porque hasta las cosas que no han sido positivas ni acertadas en la vida congregacional y en la mía propia, me han valido… Y la felicidad está hecha de saber poner nombre a todo e integrar la vida, con buen sentido, en su realidad. Desde la fe todo se convierte en bien.
He tenido personalmente una vida muy fácil, la verdad, y con muchas oportunidades. Ni un motivo de nada, solo motivos para decir: soy esclava porque, incomprensiblemente, el Señor lo ha querido para mí. Le doy las GRACIAS. He sido y soy feliz.
Mercedes Arancibia Alcaraz
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