Mirando la imagen del Cristo de Javier, con el que me he encontrado este verano en los EE.EE de mes, fluye la respuesta a la pregunta: “¿por qué soy esclava?”.
Sincera y sencillamente por gracia, es don que agradezco, regalo que no puedo apropiarme, es ¡lo mejor que me ha podido pasar en la vida!
Desde que nací he tenido y tengo referentes de fe en mi familia, con 13 años en clase recibimos la invitación a formar un grupo de oración donde empecé a conectar más personalmente con el Señor; el testimonio de vida de las religiosas del Sagrado Corazón, su cercanía, atención personal, confianza, prepararon el terreno.
Cuando conocí a las Esclavas, el corazón se me fue abriendo poco a poco, más y más y escuché con claridad la llamada del Señor a estar con Él y a contagiar su amor, en comunidad.
El Señor se sirvió de personas concretas, de esclavas que con sus vidas, me despertaban el deseo de responder a lo que ya había oído. Ana, Mª Pepa, Victoria, Mariló, Elvira, Pilar, Amalia, Vega, María, Manuela, Carmeli, Juana, Mª José, Rosario…; en la tutoría, en Montañeras, en los campamentos, en los retiros, en las Marchas, en las salidas a lugares de sufrimiento, en las clases, en los recreos… con sus vidas, me pusieron delante una forma de seguir al Señor, un camino que me llenaba de alegría. Me ayudó, el ambiente de familia, el contacto con la naturaleza, los momentos de superación, la fuerza del grupo, las salidas,… también la referencia y cariño a María Inmaculada.
Cuando hice COU mis compañeros que no habían vivido lo mismo, me hacían que resonara más fuerte la llamada a vivir el amor personal de Jesús y de transparentarlo.
Después he aprendido en la vida, que en los modos nos jugamos todo ¡y es verdad! porque no era una, eran comunidad; no eran iguales, tenían algo-Alguien en común, no trabajaban, se entregaban,…y todo con alegría, con sencillez, con cercanía, con dedicación, asumiendo los límites propios, los de los demás, los de la vida. Todo con y por el Señor y los demás, me decían que confiaban que “todo lo podían en El”, el Señor, presente en el encuentro diario en la oración y en la Eucaristía.
Hoy ser esclava para mí es ser mujer de fe, llamada a vivir una historia de amor y seguimiento, en la Iglesia, con un Carisma lleno de vida, en la Familia Spínola. Y con el paso de los años, mientras más se me desvela el Señor, mas deseo entrar en su banquete, ser suya, vivir con Él y como El, con unas hermanas concretas, siendo cauce de misericordia y compasión para todos.
Su mirada, de frente y desde abajo, tocando por dentro suavemente de forma que convierte, que sana, que salva, que alivia… quiere ser la mía.
Su modo de venir, de nacer, de estar, de caminar por los caminos de Galilea, de marcharse despidiéndose y quedándose, sirviendo, rompiendo la verticalidad; y de regresar regalando paz, todo con humildad… quiere ser mi horizonte.
Los ojos y el Corazón de Jesús, la fuerza de sus sentimientos, me van diciendo porqué soy esclava.
Concha Cazorla. ADC
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