Ya he cumplido mis primeros 4 años de votos perpetuos, es poco cuando se mira desde la cantidad, pero son bastantes cuando los miramos desde la experiencia y eso es lo que quiero compartir con ustedes, cómo el Señor va llamando cada día y esa llamada se hace nueva cada en cada experiencia, en cada momento.
Pensar en estos tiempos en una vida consagrada al Señor para siempre, muchas veces asusta, sin embargo esa vida está llena de sorpresas, de conquistas, de grandes momentos y también de momentos difíciles o duros. De todas maneras el Señor siempre se hace presente, acompaña, guía, alimenta y sobre todo da la gracia y la fortaleza. Él es fiel.
El salmo 34 (33) dice. “Has la prueba y verás que bueno es el Señor” quien escribió este salmo con toda certeza, había experimentado en su vida, la misericordia, el perdón, la fidelidad de Dios.
Eso ha sido para mí estos años de vida consagrada: misericordia de Dios para conmigo. Él no se cansa de esperarme, cuando me hago la encontradiza, o me escondo como Adán y Eva en el jardín del Edén, o busco escusas; no se cansa de levantarme cuando tropiezo y caigo y de celebrar y hacer fiesta en mi corazón, cuando como el hijo pródigo vuelvo a casa.
Eso es, el Señor siempre hace fiesta, Él celebra porque es el Dios de alegría, de encuentro, de amor. “Yave tu Dios, está en medio de ti, el héroe que te salva. Él saltará de gozo al verte a ti y te renovará su amor. Por ti danzará y lanzará gritos de alegría.” (Sof. 3, 17). Este profeta vivió una experiencia extraordinaria con Dios, su amor se le manifestó en la fiesta, en la alegría. Es grandioso poder descubrir, vivir que es Señor está en medio de mi vida y además hace fiesta por mí, el Señor le gusta estar alegre y por eso nos invita a la alegría, a celebrar su paso por la vida de cada uno.
Consagrar mi vida a Él es hacer fiesta siempre, es estar siempre, desde su gracia en constante encuentro con quien sé que me ama. Jesús, mi Señor.
Ser Esclava del Divino Corazón, es cantar como María. “La grandeza del Señor”, porque “se ha fijado en mi pequeñez”.
Ser Esclava del Divino Corazón es seguir el modelo que Dios nos regaló desde siempre, María de Nazareth y decir como ella: “aquí estoy Señor, has de mí como has dicho”
Esa es una entrega total, un abandono en las manos del Señor, es vivir como Marcelo Spínola, viviendo siempre de la fuente, del Corazón de Jesús, es dejar que el Señor haga en mí y por mí lo que Él quiera, pero como esa confianza total, yo aún no la poseo, pido al Señor me regale su gracia, me dé valentía y sobre todo rendición a sus pies, como la tenía Celia Méndez, y así su proyecto de amor se vaya haciendo realidad.
Haber sido llamada por el Señor a formar parte de esta vida, es el mejor regalo que he recibido, un regalo que no se daña, ni se agota, ni se estropea, porque el Señor lo renueva cada día; cada día me sorprende, cada día hace nueva esa llamada, cada día me manifiesta su amor, solo que a veces me distraigo en tantas cosas, entonces me tiene que decir como a Martha, “Martha, Martha, andas en muchas cosas”, o simplemente me distraigo y no veo todos sus detalles de entrega y fidelidad para conmigo.
Me los da a conocer a través de personas concretas, momentos claves, a veces tan pequeños, pero que llenan por completo mi ser de su amor. En esos momentos que suelo expresar: Gracias Señor, qué sería de mí sin estos momentos de amor y encuentro” y siento que Él sonríe conmigo. A través también de paisajes, de silencios, de su Palabra, de la brisa suave… en fin a través de todo estás colmando mi vida de ti. Gracias mi Señor.
Gracias Señor por tanto amor dado, por esperarme siempre, por tu llamada nueva cada día, por invitarme a ser Esclava de tu amor. Dame la gracia de seguir tu camino con alegría y en fidelidad.
Señor tú me conoces, sabes todo de mí, sabes que te amo, pero sé que aún debo seguir creciendo en tu amor, sé que estoy en el inicio del camino. Dame tu gracia. Con cariño.
Ledys Labrador. adc
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