Llegué a pensar que era mejor caer hasta el fondo, ya que no podía ser una niña buena. Después de terminar la ESO y el Bachillerato, se me presentó de repente la ocasión de viajar a España. Y pensé que si salía de Japón podría ser una persona nueva, así que aun sin el permiso de mis padres emprendí el viaje. En la Residencia Universitaria de las Esclavas me encontré con una chica filipina. Ella era una cristiana muy fervorosa que participaba en la Misa cada mañana. Yo no entendía ni el idioma ni el significado, pero me gustó el ambiente solemne y comencé a asistir. En la Misa de Nochebuena, cuando me invitaron a besar al Niño después de la Misa, sentí dentro de mi corazón que era una tontería ir a adorar un muñeco, y me reí por dentro; de las 200 personas que estaríamos allí, yo fui la única que me quedé sentada. Esa noche no pude dormir porque me sentía muy triste y sola. Y esa noche escuché algo dentro de mí, no sé si sería la voz de mi corazón, pero sentí me decían: “Tomoko, ¿hasta cuando vas a seguir siendo cabeza dura?” Yo pregunte: “¿Eres tú Dios que me habla?” Por supuesto no obtuve ninguna respuesta. Pero a partir del día siguiente yo sentí que quería aprender más sobre Dios y sobre Jesús; y con el diccionario en la mano empecé a recibir catequesis. 6 meses después, el 24 de junio, recibía el Bautismo en la iglesia del colegio de las Esclavas de Sevilla. Lo primero que brotó de mi corazón ese día fue el deseo de volver a Japón, porque allí (aquí) había tanta gente que no conocía el amor personal que Dios les tiene. Y yo quería decirles que Dios no nos ama porque seamos buenos, sino que nos ama como somos. En el pasado yo había sufrido por sentir que no había amor dentro de mí. Ahora sentía que el amor es recibir/aceptar a Dios, a Jesús y a los demás de corazón.
Volví a Japón, y después de 3 años, entré, naturalmente, en la Congregación de las Esclavas del Divino Corazón. Yo había ido a España como turista y solo me había preparado básicamente sobre la lengua y las costumbres. Pero la alegría, la simplicidad, la acogida de las Hermanas me hizo no sentirme agobiada y pude tener una estancia agradable y feliz. En medio del frío de Madrid o del calor grande de Sevilla, ver como las Hermanas transmitían su alegría, ver su amabilidad con las alumnas y con todo el mundo, ver como seguían trabajando con el mismo entusiasmo, más que tocarme el corazón fue para mi motivo de asombro. Yo comprendí que el corazón de esas Hermanas había sido atraído por Jesús, y sentí envidia de Jesús. Por mi parte yo solo había recibido amabilidad y cuidado, aunque yo no había hecho nada para merecerlos. El estar recibiendo el amor de tantas personas me hizo pensar que era el Señor el que movía el corazón de las personas para que me amaran. Yo, como Esclava siempre he trabajado en el campo de la educación y siento que he recibido mucho amor, del Corazón de Jesús, del corazón de otras persona y del corazón de los niños, así como mucha alegría y gracias. Y hasta el día de hoy vivo agradeciendo.
Tomoko ADC
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