Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento.
alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas.
Alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
todo ser que vive y respira alabe al Señor por siempre.
Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios. Fijaos en aquel que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo.
Jesús dice: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.»
Con los profetas y todos los que han preparado tu venida: te bendecimos, Señor.
—¡Gloria a ti, Señor!
Con la Virgen María, nuestra alma exalta al Señor.
—¡Gloria a ti, Señor!
Con los apóstoles y los evangelistas, Señor, te damos gracias.
—¡Gloria a ti, Señor!
Con los mártires de la fe, Señor, te consagramos nuestra vida.
—¡Gloria a ti, Señor!
Con todos los santos testigos del Evangelio, Señor, te adoramos.
—¡Gloria a ti, Señor!
Con toda tu Iglesia, extendida a través del mundo, Señor, te aclamamos.
—¡Gloria a ti, Señor!
Tú, el Dios eterno, salvador de toda vida, como los santos testigos de Cristo de todos los tiempos, desde los apóstoles y María hasta los creyentes de nuestros días, concédenos disponernos interiormente, día tras día, a confiar en el Misterio de la Fe.
Dios vivo, te alabamos por la multitud de mujeres, hombres, jóvenes y niños que, a través de la tierra, buscan ser testigos de paz, de confianza y de reconciliación.
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