¡Cantad al Señor un canto nuevo,
cantad al Señor toda la tierra,
cantad al Señor, bendecid su nombre.
Proclamad día tras día su victoria,
contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
El Señor ha hecho el cielo ;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena ;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor que ya llega.
El Señor dice: Esta palabra que yo te prescribo hoy no es superior a tus fuerzas, ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que hayas de decir: «¿Quién subirá por nosotros al cielo a buscarla para que la oigamos y la pongamos en práctica?» No está al otro lado del mar, para que hayas de decir: «¿Quién irá por nosotros al otro lado del mar a buscarlos para que la oigamos y la pongamos en práctica?» Sino que la palabra está bien cerca de ti, está en tu boca y en tu corazón para que la pongas en práctica.
Estaba Jesús a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, Jesús dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.» Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.» Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.» Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres.» Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
Por la paz en el mundo y la liberación de todos los seres humanos, te pedimos Señor.
Para que los responsables de las Iglesias busquen sin descanso la unidad visible de los cristianos, te pedimos.
Por la integridad en la vida política, por la justicia en la sociedad, te pedimos.
Por los que ganan con dificultad su pan cotidiano, te pedimos Señor.
Por los que están privados de trabajo o de recursos, te pedimos.
Por los que no tienen familia ni hogar, te pedimos.
Por quienes sufren de soledad, de abandono, te pedimos.
Por los que están oprimidos, calumniados, te pedimos Señor.
Por quienes están al servicio de los más pobres, de los extranjeros, de los que están aislados, te pedimos.
Dios vivo, por muy pobre que sea nuestra oración, te buscamos con confianza. Y tu amor se abre paso a través de nuestras indecisiones e incluso de nuestras dudas.
Tú nos has bendecido, Dios vivo, tú que ocultas nuestro pasado en el corazón de Cristo y ya te ocupas de nuestro futuro.
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