Siempre empezamos la Cuaresma con las tentaciones de Jesús en el desierto. En el lenguaje religioso, el desierto es como un retroceso de la fecundidad querida por Dios. Es una región en la que los peligros acechan al hombre (hambre, sed, tormentas de arena, serpientes), peligros que hay que vencer…
Así, el recorrido por el desierto (Ex 15,22-19,2) se convierte en un símbolo de prueba y purificación espiritual. Pero Dios, puede hacer fecundo incluso el desierto (Is 35,1.6-7). El sentido de la permanencia de Jesús en el desierto no es tanto la ascesis cuanto la prueba en la lucha contra lo que Dios no quiere
(cf. MANFRED LURKER, Diccionario de imágenes y símbolos de la Biblia, Ed. El Almendro, Córdoba, pp.85-86).
Mc 1,12‑15 (1º de Cuaresma, ciclo B)
El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Cuando arrestaron a Juan, |
El Espíritu empuja a donde quiere; también al desierto. |
Recuerdo cómo las superé… Recuerdo qué y quiénes me empujaron en aquellos momentos…
Cuando la tentación quiere apartarme de algo que he decidido, cuando la tentación quiere que relativice lo que siento como muy importante, cuando la tentación se empeña en que me sienta ridículo ante lo que siento, veo y pienso… qué bueno es pensar en esta escena evangélica: Jesús sintiendo la tentación como yo…
Ahí y en ellas, está el Espíritu de Dios
Ahí y en ellas, está el Espíritu de Dios
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