Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.
Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo : « Retornad, hijos de Adán. »
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó ;
una vela nocturna.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo ?
Ten compasión de tus siervos;
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
He aquí que días vienen - dice el Señor - en que yo pactaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos - palabra del Señor -. Pondré mi Ley en su interio y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced al Señor», pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande - dice el Señor - cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.
o
Jesús dice: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? Padre, glorifica tu Nombre.» Vino entonces una voz del cielo: «Le he glorificado y de nuevo le glorificaré.» La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.» Jesús respondió: «No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.»
Cristo, permaneciendo fiel hasta la muerte, tú nos muestras el camino del amor más grande.
Cristo, tomando sobre ti el peso del pecado, tú nos revelas el camino de la bondad.
Cristo, rezando por quienes te crucificaron, tú nos conduces a un perdón sin medida.
Cristo, abriendo el paraíso al ladrón arrepentido, tú enciendes en nosotros la esperanza.
Cristo, ven a ayudarnos en nuestra poca fe.
Cristo, crea para nosotros un corazón puro, renueva y consolida nuestro espíritu.
Cristo, cerca está tu Palabra, que ella nos habite y nos guarde siempre.
Jesucristo, incluso cuando no sentimos nada de tu presencia, tú estás ahí, siempre. Tu Espíritu Santo permanece en nosotros en continua actividad. El abre pequeños caminos para atravesar callejones sin salida y para avanzar hacia lo esencial de la fe, de la confianza.
Bendícenos, Jesucristo, a nosotros que te amamos sin haberte visto.
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