a. La vida humana es muy superior a cualquier otra cosa. Es el funcionamiento del organismo y mucho más, porque incluye nuestra psicología, con su capacidad de ser libres, de amar, de conocer, de relacionarnos; y nuestra dimensión espiritual con su capacidad de interioridad y de apertura a los demás y a Dios. Tener vida es gozar de todo esto. ¿Cómo ando de vida? ¿Necesito más vida en alguna de sus facetas?
b. Una de las cosas más bellas de este texto es la pena y el llanto de Jesús ante un amigo sin vida, y el amor/dolor/inquietud/oración que conlleva dar vida a quien la ha perdido…
c. ¿Creo que el Espíritu Santo (“Señor y dador de vida” decimos en el Credo) puede hacer renacer en las personas cosas aparentemente muertas? ¿Creo que puedo ayudar a dar vida a otras personas con lo que esto conlleva de amor/dolor/inquietud/oración?
d. Dice el texto: “Señor, tu amigo...”; “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro”; “Comentaban: ¡cómo lo quería!”. La afectividad de Jesucristo y su cariño concreto a personas concretas, con lo que el cariño lleva de disfrute y de sufrimiento. Pensarlo (¡y disfrutarlo!) en relación a mí: “mi amigo”, “me ama”, “¡cómo me quiere!”.
e. En el libro de la Sabiduría (11,24-26) se dice algo tan bonito como esto:
Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. ¿Y cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.