Hombre, espacio y cabida,
presencia sencilla,
respuesta y calor.
Hombre que habita el abismo,
de salto infinito,
de oscuro, de Sol.
Hombre que bebe del tiempo,
hombre que quiso esperar,
hombre de manos y corazón abiertos,
hombre que sabe luchar...
Hombre, raíz de otros hombres,
que busca en el viento,
que aprende a reír.
Hombre que sabe de llanto,
pequeño entre tantos,
gigante ante sí.
Hombre cruce de miradas,
hombre que supo existir,
hombre refugio, principio, palabra...
...hombre libre y feliz.
Hombre de hecho y palabra,
de abrazo y espada,
de sueño y razón.
Hombre de voz y silencio,
desnudo, despierto,
flexible-tensión.
Hombre que bebe locura,
hombre que cuerdo será
hueco de encuentro,
motivo de duda...
... fuego que quiere estallar.
- Deja interpelarte por la canción, en tu historia personal de relación con Jesucristo, ¿qué adjetivos, nombres... qué palabras definen a ese hombre?
«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.» Jn 6
- ¿Busco amasar el pan que me da vida?
- ¿Quién me da vida?
- Y yo, ¿soy pan para otros?
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de sus fieles ;
que se alegre su pueblo por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras ;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la salvación a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas :
con vítores a Dios en la boca…
honor para todos sus fieles.
San Pablo escribe: Os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras: que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras, que se apareció a Cefás y luego a los Doce.
o
Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que estaba a dos horas de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le reconocieran. (...) El les dijo: «¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Cristo, nacido del Padre antes de todos los siglos, y que te has encarnado en nuestra humanidad, tú has resucitado por nosotros; te adoramos.
—¡Gloria a ti Señor!
Hijo de Dios, Fuente de vida, invocamos tu bondad sobre nosotros y sobre toda la familia humana.
—Escúchanos, Señor de gloria.
Haznos vivir de tu vida y caminar como hijos de la luz, en la alegría de Pascua.
—Escúchanos, Señor de gloria.
Aumenta la fe en tu Iglesia, con el fin de que ella dé fiel testimonio de tu resurrección.
—Escúchanos, Señor de gloria.
Consuela a todos los que están abatidos, y graba en su corazón tus palabras de vida eterna.
—Escúchanos, Señor de gloria.
Consolida a los débiles en la fe, y revélate a los corazones que dudan.
—Escúchanos, Señor de gloria.
Fortalece a los enfermos, sostén a los ancianos y tranquiliza a los moribundos con tu presencia que salva.
—Escúchanos, Señor de gloria.
Tú Cristo, el Resucitado, escuchamos tu apacible voz en el Evangelio. Tú nos dices: ¿Por qué os preocupáis? Una sola cosa es necesaria: un corazón a la escucha de mi Palabra y del Espíritu Santo.
Quiero sembrar una flor
en un desierto de arenas.
Quiero poner esperanzas
donde sólo existan penas.
Quiero encender una luz
donde haya oscuridad.
Quiero llevar alegría
donde todo es soledad.
EN COMUNIDAD RESUCITAMOS
Hch 4,33
Cuando veo un mundo gris que se nos muere
y me duele con quién vivo la Palabra,
si la Paz, tan alejada de este mundo,
nos forzamos, todos juntos, en buscarla,
si entre todos escuchamos, sin ser sordos,
el grito de dolor que el hombre lanza…
Se abre la losa que encierra a la humanidad,
la tierra, los hombres, comienzan a resucitar.
Cuando vemos los trabajos que labramos
y los pobres no reciben sus esfuerzos.
Cuando, en Dios, su voluntad nos planteamos
y los hombres no lo sienten en su adentro.
Si aceptamos el fracaso, siendo humildes,
por lo poco que en nosotros, de Dios vieron…
Si olvidamos la Palabra que aprehendimos
Y, con hambre, nuevamente la leemos.
Si los hombres que sabemos alejados
son los nuestros, sin sentirlos nunca ajenos.
Si los hombres que la Biblia nos reúne
nos hacemos, todos juntos, hombres nuevos...
Los gritos que se oigan, los escucharemos,
las faltas que otros tengan, nos dolerán,
las culpas que nos carguen, las aceptaremos,
y en el alma la humildad siempre estará.
Luz de Dios a las sombras le pondremos,
nos diluiremos juntos, como la sal.
Cuando esto lo vivamos, todo nuestro,
la tierra volverá a resucitar.
Si porque estamos solos nos sentimos muertos,
buscamos, todos juntos, la comunidad,
entonces viviremos el Padrenuestro,
la tierra volverá a resucitar.
- ¿Qué me falta para creerme de verdad la resurrección?
- ¿Pongo de mi parte para resucitar a la tierra? ¿Qué responsabilidades o compromisos me quito de encima?
- Señor, que hagamos realidad cada frase de esta canción...
¿Dejas que te ilumine la luz del Resucitado?
¿Dónde buscas el calor?
La resurrección nos invita a vivir en la luz.
El Señor es mi alabanza en la gran asamblea,
cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan :
viva su corazón por siempre.
Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe ;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.
Porque del Señor es el reino,
él gobierna a los pueblos.
Ante él se inclinarán los que bajan al polvo.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer :
todo lo que hizo el Señor.
El Señor dice: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.»
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quien perdonéis los pecados, les quedan perdonados.»
Cristo, por tu resurrección abres a todos los seres humanos las puertas del Reino: condúcenos hasta la gloria del Padre.
Por tu resurrección has confirmado la fe de tus discípulos y les has enviado al mundo: que tu Iglesia sea a su vez fiel en la proclamación de la Buena Noticia.
Por tu resurrección nos has reconciliado en tu paz: haz que todos los bautizados entren en una misma comunión de fe y de amor.
Por tu resurrección sanas nuestra humanidad y le das la vida eterna: te confiamos a los enfermos.
Por tu resurrección te has convertido en el primero de los seres vivos.
Jesús, el Resucitado, tú infundes en nosotros el Espíritu Santo. Quisiéramos decirte: tú tienes las palabras que dan vida a nuestra alma, ¿a quién iríamos sino a ti, el Resucitado?
La Pascua nos habla de un Corazón que se entrega...
- ¿Nos atrevemos a hablar al Corazón del Señor desde dentro, dejándonos interpelar?
- ¿Me siento enviado a hablar de Jesucristo y de su amor entregado, humillado, esclavo...?
-
El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.
Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: "Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto."
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro.
Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó,
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo, no temo.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó ;
el Señor es mi fuerza y mi canto,
él es mi salvación.
Escuchad : hay cantos de alegría
en las tiendas de los justos :
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
San Pablo escribe: Así, pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él.
o
El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro: vio y creyó, pues hasta entonces no había comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos, entonces, volvieron a casa.
Te adoramos, Jesús, nuestro Salvador, tú que has vencido la muerte con la cruz:
Tú eres la piedra que rechazaron los constructores, tú te has convertido en la piedra angular: haz de nosotros piedras vivas de tu Iglesia.
Te pedimos por los cristianos, para que vivan en la alegría de tu resurrección, y que por su amor fraterno sean el signo visible de tu presencia.
Te pedimos por los responsables de tu Iglesia, para que al celebrar tu resurrección con todos los creyentes sean fortificados para tu servicio.
Te pedimos por los responsables de los pueblos, para que desempeñen su tarea como servidores de la justicia y de la paz.
Te pedimos por quienes sufren en la enfermedad, el duelo, la vejez, el exilio, para que tu resurrección sea para ellos consuelo y auxilio.
Jesús, el Resucitado, a veces nuestro corazón te invoca: no soy digno de que entres en mi casa, pero di solamente una palabra y quedaré curado. En el vacío de nuestra vida, tu Evangelio es luz en nosotros, tu Eucaristía es presencia en nosotros.
Jesús, nuestra alegría, a tu lado encontramos el perdón, el frescor de las fuentes. Sedientos de las realidades de Dios, reconoce tu presencia de Resucitado. E, igual que el almendro comienza a florecer con la luz de la primavera, tú haces florecer hasta los desiertos del alma.
Sé tú
mi inseparable compañero
hacia el destino.
Sé tú
el agua viva de la fuente
en el camino.
Sé tú la luz del sol,
la sombra bienhechora,
la estrella que me guía...
Sé tú mi compañero
en la noche y el día.
Sé tú
quien va conmigo
siempre.
Quien me defiende
siempre.
Quien me da aliento
siempre.
Sé tú,
sólo tú,
siempre tú,
mi norte y mi destino.
Tu voz,
sea tu voz,
sólo tu voz,
lo único que escuche en el camino.
Consuelo Ojeda
"Se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio."
Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado ? ;
a pesar de mis gritos,
mi oración no te alcanza.
De día te grito, y no respondes ;
de noche, y no me haces caso.
Aunque tú habitas en el santuario,
esperanza de tu pueblo.
En ti confiaban nuestros padres ;
confiaban, y los ponías a salvo ;
a ti gritaban, y quedaban libres ;
en ti confiaba, y no los defraudaste.
Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del pueblo ;
al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza :
« Acudió al Señor, que lo ponga a salvo ;
que lo libre si tanto lo quiere. »
Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en el regazo de mi madre ;
desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
No te quedes lejos, que el peligro está cerca
y nadie me socorre.
El Siervo del Señor creció como un retoño delante de Dios, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; le vimos y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus heridas hemos sido curados.
o
Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.»
Cristo Salvador, como la semilla que cae en tierra, tú has conocido la muerte. Unida a ti, nuestra vida dará mucho fruto.
—¡Alabado seas Señor!
Cristo, tú has descendido a lo más bajo de nuestra condición humana, y permaneces cerca de los que han sido abandonados.
—¡Alabado seas Señor!
En tu amor, tú has cargado con nuestros pecados; inocente, has padecido la muerte para arrancarnos a la muerte.
—¡Alabado seas Señor!
Con tu amor has vencido el mal y el odio, y vives para siempre junto al Padre.
—¡Alabado seas Señor!
Tú nos escuchas porque eres bueno y nos visitas en la desgracia; colma nuestro corazón revelándonos la luz de tu rostro.
—¡Alabado seas Señor!
Cristo, tú lo das todo, das tu vida y también tu perdón que nunca nos dejará. Y nuestra respuesta es como un balbuceo: tú, Cristo, sabes que te amo, quizás no como yo quisiera, pero te amo.
Jesús, alegría de nuestros corazones, tú permaneces a nuestro lado como un pobre y también como el Resucitado. Quieres que seamos personas llenas de vida. Y cada vez que se produce un distanciamiento entre tú y nosotros, nos invitas a seguirte permaneciendo muy cerca de ti.
Bendícenos, Cristo Jesús, tú que, abrumado por las penas, no amenazabas a nadie. Tú vienes a curar con tu compasión.
Desde que tú me hablas
Me es insulso el hablar de los hombres
porque hay mucha mentira y falsedad
en ese afán de buscarse a si mismos
y tanta vanidad.
Y hace tiempo, Señor, que voy buscando
tu luz y tu verdad.
Háblame tú, Señor, que tu lenguaje
es sencillo, puro, transparenta,
y siempre eres igual
Pero hazme, Señor, más coherente
en mi modo de ser
que pagado de mi, y variable,
y lleno de egoísmo,
he sido yo también hasta ahora mismo
y no quiero, Señor, ser mas así.
Consuelo Ojeda
- ¿Pongo mi barro a disposición del milagro?
- Y el tiempo de los intentos, ¿es motivo de desesperación o de cariño?
Señor, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.
Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo : « Retornad, hijos de Adán. »
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó ;
una vela nocturna.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo ?
Ten compasión de tus siervos;
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
He aquí que días vienen - dice el Señor - en que yo pactaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos - palabra del Señor -. Pondré mi Ley en su interio y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced al Señor», pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande - dice el Señor - cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.
o
Jesús dice: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? Padre, glorifica tu Nombre.» Vino entonces una voz del cielo: «Le he glorificado y de nuevo le glorificaré.» La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.» Jesús respondió: «No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.»
Cristo, permaneciendo fiel hasta la muerte, tú nos muestras el camino del amor más grande.
Cristo, tomando sobre ti el peso del pecado, tú nos revelas el camino de la bondad.
Cristo, rezando por quienes te crucificaron, tú nos conduces a un perdón sin medida.
Cristo, abriendo el paraíso al ladrón arrepentido, tú enciendes en nosotros la esperanza.
Cristo, ven a ayudarnos en nuestra poca fe.
Cristo, crea para nosotros un corazón puro, renueva y consolida nuestro espíritu.
Cristo, cerca está tu Palabra, que ella nos habite y nos guarde siempre.
Jesucristo, incluso cuando no sentimos nada de tu presencia, tú estás ahí, siempre. Tu Espíritu Santo permanece en nosotros en continua actividad. El abre pequeños caminos para atravesar callejones sin salida y para avanzar hacia lo esencial de la fe, de la confianza.
Bendícenos, Jesucristo, a nosotros que te amamos sin haberte visto.