Al ver Jesús el gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles: "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo." |
Sí, conviene acercarse...
Carecer...
No huir del sufrimiento...
Llorar... (¡es tan de persona!)
Hambre. Sed. De justicia: que sean las cosas como Dios las concibió. Ser misericordioso, es ser muy parecido a Dios.
A los de corazón limpio, Dios se muestra.
...no por la revancha, no por la venganza, no por "donde las dan las toman". No. Trabajar por la paz. Alguna pequeña persecución habrá...
Algún pequeño insulto caerá...; alguna pequeña exageración... ¡A causa de Jesucristo! "Estad alegres y contentos": ¡dichosos! |
a. Señala situaciones personales de alegría y felicidad. Señala motivos personales de alegría y felicidad.
b. Elige la "bienaventuranza" que más te guste. Comenta por qué. ¿Qué experiencia tienes de ella? Elige la "bienaventuranza" que más te choque. ¿Por qué?
c. Seguro que alguna vez hubo "a modo de" insulto, persecución, calumnia, a causa de Jesucristo. ¿Me afecta mucho (¿me "arrugo"?)? ¿Tiendo a evitarlo? ¿Cómo?
El evangelio es para la vida de cada día, para la vida normalita que vivimos la mayoría de las personas; de no ser así, ¿de qué y para qué es Buena Noticia?
También las “Bienaventuranzas” (bienaventuranza... = aventurarse bien...)
1. Pobres de Espíritu. El Reino de los cielos.
Señor, ayúdame a tener un corazón despojado, desprendido, que confíe en Ti.
El Reino de los cielos es Jesús, Él es un tesoro. Encontrar mi tesoro en el Señor.
2. Mansos. Poseerán la tierra.
Señor, ayúdame a poner buena cara, a encajar las cosas.
Poseerán la tierra. Te ganarás a los que te rodean, te ganarás el corazón de los demás.
3. Los que lloran. Serán consolados.
Señor, ayúdame a sentir las cosas de mis hermanos; dame lágrimas de amor solidario
Serán consolados. En las lágrimas solidarias se encuentra consuelo.
4. Hambre y sed de justicia. Serán saciados.
Señor ayúdame a tener hambre y sed de cosas buenas: JUSTICIA (≡ el Señor mismo): hambre y sed de Ti; hambre y sed de cosas buenas para los demás.
Serán saciados. ¡Encontrarán sentido! Vivid con hambre y sed de lo bueno, da sentido a la vida, sacia.
5. Los misericordiosos. Encontrarán misericordia.
Señor, ayúdame a ser persona comprensiva y compasiva. Entender a la gente a imitación tuya.
Encontrarán misericordia. “...entonces clamarás, y Yavé te responderá, pedirás socorro, y dirá: «Aquí estoy».” (Is 58,)
6. Los limpios de corazón. Verán a Dios.
Señor, ayúdame a tener un corazón sincero, corazón que no se deja engañar. Fallos sí, pero pretextos y engaños, no.
Un corazón sincero se encuentra con Dios: verá a Jesús.
7. Los pacíficos. Serán llamados hijos de Dios.
Señor, ayúdame a ser persona que une y suaviza.
Serán llamados hijos: se parecerán al Señor, a Jesús.
8. Los perseguidos de hecho y palabra. El Reino de los cielos.
Señor, ayúdame para que las contradicciones de la vida –en las obras y en las palabras- yo las viva contigo y como Tú.
Ahí hay un tesoro: ser como Jesús: Jesús mismo.
(De Juan Manuel García Lomas s.j. Orientaciones en unos Ejercicios Espirituales)
El Señor me dirigió la palabra:- Antes de formarte en el vientre te escogí, antes de salir del seno materno te consagré y te nombré profeta de los paganos.
Yo repuse:
- ¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho.
El Señor me contestó:
- No digas que eres un muchacho que a donde yo te envíe, irás; lo que yo te mande, lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-.
El Señor extendió la mano, me tocó la boca y me dijo:
- Mira, yo pongo mis palabras en tu boca, hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y plantar.
Luego añadió:
- Y cíñete, en pie, diles lo que yo te mando. No les tengas miedo; que si no, yo te meteré miedo de ellos. Yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce frente a todo el país. (Jeremías 1, 4-10-17-19)