La unción en Betania, es la imagen congelada de una mujer pecadora, muy pecadora, que se acerca agradecida a Jesús.
Escuchemos la Palabra de Dios
Lc 7, 36-49.
“Un fariseo invitó a Jesús a comer. Entró, pues, Jesús en casa del fariseo y se sentó a la mesa. En esto, una mujer, una pecadora pública, al saber que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume, se puso detrás de Jesús junto a sus pies, y llorando comenzó a bañar con sus lágrimas los pies de Jesús y a enjugárselos con los cabellos de la cabeza, mientras sentía se los besaba y los ungía con el perfume. Al ver esto el fariseo que lo había invitado, pensó para sus adentros: “Si éste fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues en realidad es una pecadora”. Entonces Jesús tomó la palabra y le dijo:
-Simón, tengo que decirte una cosa.
Él replicó:
-Di Maestro.
Jesús prosiguió:
-Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Pero como no tenían para pagarle, les perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?
Simón respondió:
-Supongo que aquél a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
-Así es.
Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
-¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa no me diste agua para lavarme los pies, pero ha bañado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste el beso de la paz, pero ésta desde que entré, se ha atrevido, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste con aceite mi cabeza, pero ésta ha ungido mis pies con perfume. Te aseguro que si da tales muestras de amor es que se le han perdonado sus muchos pecados; en cambio, al que se le perdona poco, mostrará poco amor.
Entonces dijo a la mujer:
-Tus pecados quedan perdonados. Tu fe te ha salvado. Eres libre; vete en paz”
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