Mi experiencia vocacional tuvo un comienzo, pero le precedió una preparación: familia, colegio, amigos, ambiente social, la Virgen muy presente en mi vida...
Dios me eligió, me llamó, me buscó, me acompañó, me rodeó de cuidados.
Su llamada para mi no fue fácil ni nítida.
Me sentía sí fuertemente atraída por JESÚS, el Señor.
Atracción mezclada con otras muchas atracciones sanas y legítimas. Lucha, dudas, claudicaciones. Pero siempre en mi caminar la Providencia me ha puesto personas cualificadas que me han ayudado a discernir, y en el comienzo de mi vocación fueron extraordinariamente importantes.
Terminé el bachillerato. Y en febrero de 1953 acababa el 2º cuatrimestre de 3º de Magisterio de repente, de la noche a la mañana y sin despedidas, sólo las indispensables (padres, hermanos, tíos), me llevaron a Moguer. Dios aprovechó el fin de unos Ejercicios Espirituales.
Inicié mi itinerancia interior: "Señor ¿dónde vives? ¿Cómo eres?" ¡Qué poco o nada te conocía, Jesús!
Fui descubriendo con dolor y lágrimas, con días alegres y felices, entre oscuridad y desolación que tu amor, Señor, vale más que la misma vida.
Que Marcelo Spínola y la M. Fundadora, Celia Méndez, habían encontrado en tu Corazón el sentido pleno de su existencia. Eso me iluminaba.
Fue en aumento aquella atracción primigenia hasta poder decir hoy - y ya han pasado años - que Dios me ha regalado un lote hermoso:
JESUCRISTO, su Hijo. Que me encanta mi heredad: anunciarlo, como Esclava de su Corazón.
Todo ha sido gracia, tras gracia... "por el grande Amor con el que me ha amado" (Ef 2, 4).
Para leer más testimonios ADC pincha aquí.
Passamos por esses momentos e tudo concorre para para nossa realização e felicidade. Mui unidas sempre. Um grande abraço.
Margarida ( Brasil )