El fin de semana del 4 al 6 de marzo tuvo lugar un encuentro de formación de jóvenes Spínola en el Colegio de las Esclavas de Málaga. Asistieron chicos y chicas de los centros de Huelva, Sevilla, Ronda, Montilla y Málaga; fuimos más de 50, incluyendo a las hermanas responsables. Fue un estupendo y feliz reencuentro, puesto que la gran mayoría ya nos conocíamos de los campamentos, otros encuentros o por haber compartido el camino de Santiago. Con ese antecedente, todos asistimos con muchas ganas de aprender y con toda la ilusión depositada en volver a convivir, a compartir, durante unos días.
El viernes por la noche hicimos la gran celebración de bienvenida. Después de una magnífica cena disfrutamos de la divertidísima velada, en la que no sólo volvimos a unir lazos de amistad entre provincias, sino que recordamos qué era lo que nos había llevado hasta allí por encima de todo: la familia Spínola, esa comunidad fundada por Marcelo y Celia (quienes, por cierto, se hicieron muy presentes gracias a los disfraces de la Hª Carmen Mª y la Hª Carmen) y de la que tod@s nosotr@s formamos parte. Esa primera noche, después de todo el alboroto, las risas y la alegría, aprendimos que, si algo teníamos que hacer, era rememorar a nuestros fundadores y dar gracias a Dios por haberles iluminado para fundar los diferentes colegios y la comunidad de Esclavas, representadas ambas instituciones en nuestro escudo. En el momento final de oración en la capilla formamos dicho escudo, cuyas piezas habíamos ido ganando en la dinámica organizada por la Hª Mariví y Marta. Así, la capilla quedó presidida por el “Servir es Reinar”, lema que guía el sentir Spínola.
El sábado fue el día fuerte, la jornada de formación. El curso estuvo dirigido por la eminente teóloga Mariola López Villanueva, religiosa del Sagrado Corazón. Constituyó un verdadero honor que asistiera a nuestro encuentro, y los que pudimos escucharla nos dimos cuenta de la gran suerte que teníamos, porque Mariola te enseña algo más que a conocerte mejor a ti mismo, a los demás o a Cristo; Mariola te enseña a abrir el corazón a Dios, y si eso no puede enseñarse, debo decir que te invita a hacerlo con una dulzura que hace que cualquier cosa parezca sencilla, siempre y cuando sepamos mirarla desde la perspectiva adecuada. Su voz es un reclamo para los sentidos tanto como sus palabras lo son para la mente y el corazón. Casi sin darnos cuenta se nos pasó todo un día, aprendiendo a aprender, a mirar, a ser. Nos habló de las etapas de la vida, del equilibrio del alma, de la integración de todas las dimensiones del ser humano. Nos animó a usar nuestro cuerpo para relacionarnos no sólo entre nosotros, sino también con Dios. Y, muy especialmente, nos hizo un llamamiento poderoso: buscad vuestro centro, vuestro punto de referencia, lo que os hace ser quién sois y cómo sois, lo que os ayuda a levantaros si caéis… Ahí encontraréis a Dios, porque es ahí donde os da la mano, donde se une a vosotros.
El viernes por la noche hicimos la gran celebración de bienvenida. Después de una magnífica cena disfrutamos de la divertidísima velada, en la que no sólo volvimos a unir lazos de amistad entre provincias, sino que recordamos qué era lo que nos había llevado hasta allí por encima de todo: la familia Spínola, esa comunidad fundada por Marcelo y Celia (quienes, por cierto, se hicieron muy presentes gracias a los disfraces de la Hª Carmen Mª y la Hª Carmen) y de la que tod@s nosotr@s formamos parte. Esa primera noche, después de todo el alboroto, las risas y la alegría, aprendimos que, si algo teníamos que hacer, era rememorar a nuestros fundadores y dar gracias a Dios por haberles iluminado para fundar los diferentes colegios y la comunidad de Esclavas, representadas ambas instituciones en nuestro escudo. En el momento final de oración en la capilla formamos dicho escudo, cuyas piezas habíamos ido ganando en la dinámica organizada por la Hª Mariví y Marta. Así, la capilla quedó presidida por el “Servir es Reinar”, lema que guía el sentir Spínola.
El sábado fue el día fuerte, la jornada de formación. El curso estuvo dirigido por la eminente teóloga Mariola López Villanueva, religiosa del Sagrado Corazón. Constituyó un verdadero honor que asistiera a nuestro encuentro, y los que pudimos escucharla nos dimos cuenta de la gran suerte que teníamos, porque Mariola te enseña algo más que a conocerte mejor a ti mismo, a los demás o a Cristo; Mariola te enseña a abrir el corazón a Dios, y si eso no puede enseñarse, debo decir que te invita a hacerlo con una dulzura que hace que cualquier cosa parezca sencilla, siempre y cuando sepamos mirarla desde la perspectiva adecuada. Su voz es un reclamo para los sentidos tanto como sus palabras lo son para la mente y el corazón. Casi sin darnos cuenta se nos pasó todo un día, aprendiendo a aprender, a mirar, a ser. Nos habló de las etapas de la vida, del equilibrio del alma, de la integración de todas las dimensiones del ser humano. Nos animó a usar nuestro cuerpo para relacionarnos no sólo entre nosotros, sino también con Dios. Y, muy especialmente, nos hizo un llamamiento poderoso: buscad vuestro centro, vuestro punto de referencia, lo que os hace ser quién sois y cómo sois, lo que os ayuda a levantaros si caéis… Ahí encontraréis a Dios, porque es ahí donde os da la mano, donde se une a vosotros.
En un segundo momento analizamos textos del Evangelio. Hablamos de ellos y estudiamos el comienzo del Evangelio según san Marcos: el principio de la andadura de Jesucristo.
Asistir a la ponencia de Mariola fue sumamente enriquecedor y siempre le estaremos agradecidos.
Aquella noche también hubo cabida para la el esparcimiento. En la velada, supervisada por la Hª Rocío Pineda y la Hª Carmen Serrano elaboramos un cubito de colores para la oración de la mañana siguiente, y después hicimos lo que denominaremos “teatro bíblico” y cantamos con el Sing Star.
En la mañana del domingo nos dirigimos a la capilla, cada uno con su cubito, y durante la oración escribimos en un papelito, un texto de la Palabra de Dios que fuera significativo para nosotros en este momento de nuestra vida. El trabajo de la mañana consistió en una motivación para la participación en la JMJ. Fue la Hª Carmen la encargada de darnos las pautas para inscribirnos y una buena cantidad de motivos para hacerlo.
Finalizamos ensayando las canciones que cantaríamos en la misa que siguió. Antes de que ésta diera comienzo, y por instrucciones del grupo de Huelva (que éramos los que llevábamos la misa: Hª Irene, Rocío Martín, Sofía de la Rubia y yo misma) cada persona puso ante el altar un objeto que simbolizara su seguimiento al Señor. La misa la celebró el padre Alberto, quien nos habló del pilar de nuestra fe. Tal pilar, nos dijo, no puede resistir sólo, perenne durante toda nuestra vida: necesita de las piedras que, colocadas a su alrededor, le sirvan de protección contra los avatares y las inclemencias que puedan darse. Una vez concluida la eucaristía, repartimos una pulserita que llamamos la “pulsera del seguimiento”, algo tangible que nos recordara la unión con Dios en el día a día, y la unión entre nosotros, como Familia Spínola y como Iglesia.
Sin más, aunque tras otro buenísimo almuerzo, todos los asistentes al encuentro, todos esos que somos, nos sentimos y hacemos Spínola, nos despedimos hasta nuestro próximo, y esperamos que no muy lejano, reencuentro.

