Queridas hermanas: muchas cosas hemos vivido durante estos días de silencio para ustedes, y digo como San Juan al terminar su evangelio, estas son sólo algunas cosas porque si contamos todas serían páginas y páginas, y como sabemos que no hay tiempo para leer tanto, nos detendremos en los puntos fundamentales.
Comenzamos esta nueva etapa con la historia de nuestros fundadores en voz de Eloísa Planas, ¡Cuánta sabiduría! Habla desde su experiencia, desde su investigación a fondo y transmite identidad, amor y entrega a la Congregación. Así hizo vibrar nuestros corazones, llevándonos primero desde nuestra imaginación a Sevilla a esa mañana 30 de octubre en la que Celia se acerca al confesionario de D.Marcelo en 1874. Ahí comienzan los cimientos nos dice, es ahí donde se coloca la primera piedra, ahí comienza una nueva vida para Celia y nace nuestra historia.
Desde los primeros comienzos, tanto Marcelo como Celia experimentan y sueñan con la Congregación.
Fueron unos días de trabajo intenso pero en los que nos llenamos de emoción y agradecimiento por pertenecer a esta gran familia que comenzó con gran esfuerzo, pero con decisión, perseverancia y una verdadera búsqueda en el Señor.
En ambos fundadores vemos que su clave fue aceptar la voluntad de Dios con alegría, con gozo y con total entrega.
Con el corazón grande lleno del espíritu fundacional preparamos maleta y salimos para Coria. La comunidad nos acogió con mucho cariño, con alegría, así provoca quedarse y no continuar, pero era preciso ir a conocer la catedral, allí donde nuestro padre celebró tantas veces, estar en la casa junto a aquel pozo y todos los recuerdos de lecturas hechas venían a nuestra mente, pero ahora lo podían ver nuestros ojos.
De ahí partimos a Corteconcepción, de igual manera nos esperaban con rica comida la Sra Rosario y su esposo, allí estuvimos dos días con el tema de la comunidad, fue un espacio para valorar cada una de nuestras comunidades y en ella a cada hermana, el Señor nos urge a vivir descentradas de nosotras mismas, a mirar con cariño y descubrir lo bonito y la grandeza de Dios que habita en cada una.
Veíamos que la sinceridad, la transparencia y el diálogo en comunidad es indispensable y que son elementos que ya nuestros fundadores nos transmitieron porque así fue en sus vidas.
Y ahora a Sevilla. Cada paso que damos nuestro corazón se llena de emociones. Encontrarse con tantas hermanas, tanto cariño, tanta fraternidad… además de poder pisar, palpar, ver los lugares tan entrañables para nosotras: S. Lorenzo, la catedral, aquellas calles, el sepulcro de Celia y Marcelo, el colegio, las comunidades. Son tantas cosas… no quisiéramos dejar nada por fuera, pero hay que dejar cosas para poderlas contar cuando cada una estemos en nuestros lugares.
Entrar al archivo con Hna. Montoto, cuánta riqueza congregacional, ver tantos detalles de los fundadores, ahí no sólo el corazón se emociona sino todo nuestro ser. Todo es realidad, no es libro, es una vida, unas experiencias, unas personas. Gracias Señor.
Nuestros días en Sevilla se dividieron en dos partes, una más centrada en Sevilla capital y otra en Sanlúcar. Fue esta última una oportunidad de conocer, gracias a la H. Concha Montoto, un poco más de la vida de M. Belén y a la par, de compartir con las comunidades, primero la eucaristía, donde el padre nos transmitió su profunda admiración hacia el camino de seguimiento de Dios de Marcelo y Celia y, después, con una comida estupenda llena de detalles. Y es que Sanlúcar y las hermanas que encontramos allí han quedado relacionadas con la palabra “detalle”. En su acogida, en su disponibilidad, en la fiesta y la bailoterapia compartida en la noche y en ese sin fin de lavadoras que, como por arte de magia, terminaban convertidas en ropa casi planchada.
Gracias “Sevilla”, fueron unos días movidos, pero intensos por dentro y por fuera. Tan congregacionales en la mirada a nuestro pasado “el de los Fundadores” como a su presente de esclavas que una y otra vez nos regalaban su cariño de hermanas.
Nos costó despedirnos, pero Málaga nos esperaba. Y casi como las primeras esclavas, nos trasladamos como si de Celia Méndez se tratase en sus “peregrinaciones” previas a Coria (recordábamos aquel viaje a Lourdes) hacia Málaga pero pasando antes por Montilla y Puente Genil.
Día largo el 19, vimos y vivimos mucho. En Montilla comenzamos con un pequeños sprint de visitas, la ruta avilista (allí vivió mucho tiempo y falleció san Juan de Ávila), la eucaristía compartida con las familias del colegio y después la comida con la comunidad. No acabábamos aquí, pues ir a Montilla y no visitar a San Francisco Solano es casi una irreverencia, así que allí acudimos. Y así, nuestro viaje continuó ahora hacia Puente Genil. Allí, habíamos leído en las cartas, las primeras esclavas vivieron unos momentos críticos: conflictos, oscuridad, salidas,… Puente Genil significaba a la vez luces y sombras para ellas que saldrían de allí fortalecidas al final hacia Málaga.
¿Qué hicimos nosotras allí? Pues pudimos ver algunas de las pertenencias de Celia que en su día dio a sus familiares (un cuadro de Paulino, otro de su hermano, sus padres, un costurero,…) Todo en una acogedora casa que pertenecía a los descendientes de la familia Méndez que con cariño sincero nos abrieron las puertas de su casa y compartieron con nosotras algunos retazos de su historia familiar. También vimos un cuadro de S.Paulino que Celia regaló a una parroquia del pueblo y la casa de su tío Manuel, donde se alojaba cuando iba por allí.
Pero con esto no acababa todo, terminamos la visita convidados a una estupenda merienda por parte de los que habían sido nuestros guías por Puente Genil en un “cuartel”, que nada tiene que ver con la milicia y sí mucho con las tradiciones de la Semana Santa de aquella tierra.
De nuevo a los coches y ahora sí Málaga.
¿Qué nos esperaba allí? Pues la suerte de visitar las comunidades, los colegios y un tema: “contemplativas en la acción” que se convirtió en tiempo de profundizar en el equilibrio tan deseado por Marcelo para sus Esclavas entre la contemplación y la acción en nuestras vidas.
Rosario Fernández nos hizo las veces de guía en este viaje hacia dentro que empezaba en las “raíces” congregacionales, con una parada en dos iconos para contemplar “Marcelo y Celia” y que nos invitaba a matricularnos en la “Escuela del corazón” donde se nos regalaban las tres primeras lecciones: agradecer, practicar el olvido de nosotras mismas para ser de Cristo y el examen como una forma de orar. Eran las tres primeras lecciones, pero no las últimas. Habíamos quedado matriculadas y ahora el compromiso de seguir dejando que Cristo se forme en nosotras era una llamada con más fuerza todavía. Terminamos el tema con un momento para todas muy significativo, un tiempo de compartir las herramientas que a cada una de nosotras nos ayudaban de forma particular a seguir mejor al Señor, a ser más suyas.
De Málaga podemos decir que fue tiempo hacia dentro y también hacia fuera. Un compartir profundo con las comunidades, con los laicos y como una gracia especial, el poder escuchar en una mesa redonda los testimonios de cinco personas para los que cáritas se había convertido en paso de Dios por sus vidas. Fueron testimonios sinceros y que nos llegaron hasta el corazón por lo mucho que nos hablaban de la presencia de Dios y nos impulsaban a ser parte de esa acción, de ese celo querido por nuestros Fundadores.
Lo vivido todavía resonaba en nosotras cuando tuvimos que ponernos en camino hacia Madrid pues pronto nos esperaban los ejercicios espirituales que empezaban el 24 de enero.
En viaje de vuelta tuvo una parada especial en Linares, último colegio fundado por Celia, donde disfrutamos de los colegios y del cariño que allí nos tienen a las monjas. También tuvimos la suerte de descubrir qué era eso de comer de “tapas” y de una eucaristía compartida que entre sonrisas y palabras profundas nos fue poniendo a tono el corazón para los ejercicios. Merienda y a los coches tras una larga despedida de las hermanas de aquella comunidad.
El día 24, ya en Madrid fue un día de recogida del Bloque de Historia Congregacional y de preparación para los ejercicios que comenzaríamos esa noche. Acogida, alegría, fidelidad, familia (visto y vivenciado en el contacto con nuestras hermanas mayores, con aquellas que nos acogieron en cada lugar, con los laicos y sacerdotes allegados…) fueron las palabras que más se repitieron en un ambiente lleno de agradecimiento.
Y así cerrábamos unos días que consiguieron unir para nosotras pasado y presente congregacional, así como hacer realidad el sueño de muchas “pisar por donde pisaron nuestros fundadores”