Este año la Vida Religiosa ecuatoriana celebró una vez más, de manera agradecida el don de la llamada y el impulso del Espíritu que no les falta en medio de tantas dificultades de evangelización en la sociedad actual. Fue oportunidad de renovar el primer amor y para quien empezamos la caminada, oportunidad para seguir alimentando la utopía por el Reino.
Siempre estos momentos son oportunidades de encuentro y reencuentro con personas que de una manera u otra, aportan; inspiran la vocación de otros/as o simplemente caminan juntos con nosotros.
Fue momento de volver a decir un “Sí” ilusionado con el proyecto de Dios, y lanzar una mirada más de admiración por la Vida Religiosa tan viva y actuante que vemos reflejada en el rostro de los religiosos y religiosas en la diversidad de tantos carismas y que sí, es SIGNO en esta tierra ecuatoriana.
Gislany
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