Bueno, esa es nuestra vida: un día llegamos… otro partimos… pero en cada paso “el corazón se llena cada vez más, de nombres y rostros a recordar”.
No sé si decirles adiós o un hasta luego pues siempre y cuando desear podemos encontrarnos en el corazón de Jesús, en un dulce recuerdo; o por el facebook, jejejeje!
Cómo no decir que del “lindo Ecuador”, llevo en la memoria una comunidad fraterna que se solidificó por la unidad, a través de la vida de oración, del diálogo constante, del perdón mutuo, con la corresponsabilidad y por encima de todo, dejándose llevar por el deseo de seguir tras las huellas de Jesús, reconociendo a menudo la fragilidad del barro y la grandeza de la llamada.
Llevo aun la gratitud por haberme sentido acogida, respetada, querida, acompañada, valorada, libre, bendecida y brindada con lo mejor de esa tierra.
Ecuador me hizo encontrar a Dios en muchos rincones y admirarlo en la magnitud de sus paisajes. Me vio alabarlo en muchos momentos y en tantos detalles de personas queridas; testimonió el encuentro conmigo misma y el verdadero descubrimiento de mi vocación.
Puedo afirmar que más hermoso que la belleza de esta tierra; con su gente, su cultura, sus colores, su música y su baile (que por cierto me encanta), sólo el regalo de haber sido acompañada por tantas hermanas que constantemente ofrecían sus oraciones y día tras día intercedían por nosotras. Eso nos ayudó a iluminar el camino que nos condujo hacia la meta y a fortalecernos en momentos de dudas.
Sé bien que muchas miradas se volcaron en nuestra dirección, y de una y otra manera nos hicieron llegar el cariño, la cercanía y el sentido de cuerpo, de familia.
Pues nada, la ventana para Ecuador se cierra; pero se abre en otra dirección; ya no con la misma curiosidad, e interrogantes (pero con la misma ilusión) pues ya se sabe que con sus riesgos, desafíos, crisis… merece la pena porque lo que prevalece son los frutos consecuentes del valor de la diversidad, la oportunidad de ratificar nuestro sí; la posibilidad de afianzar , agarrar y hundir raíces en El, que es el que verdaderamente sostiene nuestra vocación y nos permanece fiel hasta el fin.
Gislany
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