Las cosas no son lo que parecen, y quién mejor que Mandela para mostrarlo. ¿Cómo es tu mirada?
Y a ti, ¿qué te sugiere? Si ese poster fuera una persona sin hogar....¿mirarías?
Esta foto fue tomada hace unos meses durante las protestas en el Cairo. En ella se contempla cómo un grupo de cristianos acordonaron la zona protegiendo a otros fieles musulmanes mientas la hora de la oración.
Vamos a acercarnos a un texto que nos es conocido, es el texto de Zaqueo, pero no por conocido deja de decir cosas nuevas a nuestra vida y para ello vamos a ayudarnos de una imagen que nos permita entrar en la escena como si formáramos parte de ella.
“Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Había en ella un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, que quería conocer a Jesús. Pero, como era bajo de estatura, no podía verlo a causa del gentío. Así que echó a correr hacia adelante y se subió a una higuera para verlo, porque iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, levantó los ojos y le dijo:
- Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Él bajó a toda prisa y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban y decían:
- Se ha alojado en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie ante el Señor y le dijo:
- Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si engañé a alguno, le devolveré cuatro veces más.
Jesús le dijo:
- Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.” (Lc19,1-10)
Jesús que pasa, que atraviesa la ciudad, tu vida...de ahí puede acontecer el encuentro más inesperado, puede ser que Jesús se detenga y te encuentre.
Zaqueo, del hebreo “zacah” que paradójicamente significa pureza. Ironías de la vida, pues nadie lo consideraba tal. Jefe de publicanos y rico, pero quería conocer a Jesús.
Zaqueo quiere verlo, se acerca como tanta gente para ver a Jesús. Esto que se ha propuesto, choca con dos dificultades. Una que proviene de él; es de baja estatura, y la otra que está fuera de él; hay mucha gente. Estas dificultades buscan desalentarlo.
Zaqueo es de baja estatura, eso viene de él, en nosotros habrá orgullo, deseos de no perder los privilegios, de quedar por encima, excesiva comodidad, evitar comprometernos, miedos... estos y otros ejemplos aparecen ante nosotros presentándonos dificultades que muchas veces nos paralizan y que nos hacen centrarnos en nosotros mismos. Además había mucha gente, son los impedimentos externos que nos llegan a separar de Jesús.
Pero estos obstáculos no ganan la partida, Zaqueo se encuentra con una doble suerte: una interna, que viene de él, un deseo grande de encuentro, una búsqueda que le moviliza. La otra suerte externa, la pequeña higuera: instrumento que le permite elevarse por encima de la dificultad y ver a Jesús. También en nosotros tantas higueras.., también nosotros, higueras que pueden ayudar a otros a ver a Jesús.
Jesús, al llegar frente a la higuera, se detiene y llama a Zaqueo por su nombre. Es Jesús quien toma la iniciativa, anda buscando a Zaqueo, y éste se sorprende al oír su nombre. Los judíos no dirigían su palabra a quienes ellos consideraban pecadores y Zaqueo es uno de los que ha sufrido este silencio. La voz de Jesús rompe el silencio que pesa sobre Zaqueo.
CONTEMPLAMOS LA IMAGEN.
Ahora contempla la imagen, qué es lo primero que te sugiere el verla… no te quedes en esa primera impresión… observa los distintos personajes que aparecen, qué parte del texto que acabamos de leer está escenificando, fíjate en cómo aparece Jesús en la imagen, qué hace, qué personajes hay cercanos a Él y cuáles están más distantes… observa las distintas posturas, los colores…
Y para empezar vamos a contemplar el fondo de la imagen, en ella hay una puerta abierta que simboliza el deseo de Zaqueo de encontrar al Señor, de abrirse a Dios. Es una puerta llena de oscuridad en la que quiere colarse la luz, la luz que proviene de Jesús.
Ahora vamos a detenernos en los distintos colores que aparecen. Fíjate cómo la casa y Jesús adquieren los mismos matices, una misma tonalidad… es Zaqueo quien quiere ofrecer su casa a Jesús, pero es Jesús quien se ha hecho verdadero hogar para él, en Jesús encuentra la acogida que le hace sentirse en casa.
Observa ahora el contraste de colores de la escena central… por una parte la luz, la vida, la acogida, la ternura del abrazo, el blanco, color de paz, de pureza, de novedad, de comienzo, de empezar de nuevo... y por otra, los colores encendidos, oscuros, sanguíneos, violentos del gentío que los rodea.
Detente ahora en la gente, fíjate en su aspecto, en su ropa, signo de su posición privilegiada, signos de la ley, de lo bien hecho, de lo cumplido y correcto. Fíjate también en sus distintos gestos, que van desde el asombro a la expectación, del murmullo al cuchicheo, del juicio a la violencia… observa las manos cerradas, que señalan, acusan, golpean… son gestos de condena, de juicio y violencia que proyectan su sombra amenazante tras Jesús y Zaqueo, pero que no consiguen ahogar el encuentro entre estos dos, no impiden ni entorpecen el abrazo de Jesús hacia Zaqueo.
El abrazo…
¿Has experimentado alguna vez este abrazo de Dios que te acoge con inmenso cariño tal y como eres (en medio de tus conflictos, ilusiones, niñerías, intentos de superación…)? ¿Cómo te has sentido?
El encuentro y la presencia de Jesús en la vida de Zaqueo ilumina sus oscuridades y provoca en él un cambio verdadero en su vida… un cambio que sólo es posible cuando hay amor de por medio… y que lo lleva a reparar la injusticia que ha cometido, lo lleva a convertirse de corazón, no de una forma forzada, sino desde dentro. Para Zaqueo, éste no es un cambio repentino, ni uno de esos cambios que se olvidan de un día para otro… Zaqueo lleva tiempo queriendo encontrase con el Señor, buscándole… y ahora se ha dejado tocar y abrazar por Él sin poner más resistencias… ahora está dispuesto a algo nuevo.
Ahora deja que en ti fluya el agradecimiento al Señor por ser acogido por Él de esta manera incondicional, por ser mirado sin juicio, sin condena, sin falsedad… sino con cariño y ternura… agradécele la alegría de poder recibir su Palabra, esa que hoy quiere decirte, de poder encontrarte con Él desde tu verdad más honda. Ponte delante de Jesús, como hizo Zaqueo, con “todos tus bienes”, es decir, con todo lo que tienes y sobre todo con todo lo que tú eres y dile qué quieres hacer con todo ello.
¿Dejas que te ilumine la luz del Resucitado?
¿Dónde buscas el calor?
La resurrección nos invita a vivir en la luz.
El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro.
Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: "Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto."
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro.
Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró.
Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó,
La unción en Betania, es la imagen congelada de una mujer pecadora, muy pecadora, que se acerca agradecida a Jesús.
Escuchemos la Palabra de Dios
Lc 7, 36-49.
“Un fariseo invitó a Jesús a comer. Entró, pues, Jesús en casa del fariseo y se sentó a la mesa. En esto, una mujer, una pecadora pública, al saber que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume, se puso detrás de Jesús junto a sus pies, y llorando comenzó a bañar con sus lágrimas los pies de Jesús y a enjugárselos con los cabellos de la cabeza, mientras sentía se los besaba y los ungía con el perfume. Al ver esto el fariseo que lo había invitado, pensó para sus adentros: “Si éste fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues en realidad es una pecadora”. Entonces Jesús tomó la palabra y le dijo:
-Simón, tengo que decirte una cosa.
Él replicó:
-Di Maestro.
Jesús prosiguió:
-Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Pero como no tenían para pagarle, les perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?
Simón respondió:
-Supongo que aquél a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
-Así es.
Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
-¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa no me diste agua para lavarme los pies, pero ha bañado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste el beso de la paz, pero ésta desde que entré, se ha atrevido, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste con aceite mi cabeza, pero ésta ha ungido mis pies con perfume. Te aseguro que si da tales muestras de amor es que se le han perdonado sus muchos pecados; en cambio, al que se le perdona poco, mostrará poco amor.
Entonces dijo a la mujer:
-Tus pecados quedan perdonados. Tu fe te ha salvado. Eres libre; vete en paz”
Para orarPon tu mano sobre tu corazón, como lo hace la pecadora. ¿Qué experiencia tiene del amor tu corazón roto? ¿Siente agradecimiento hacia Dios?
¿Estás dispuesta a “romper el frasco” de tu vida, a entregarlo todo, a ungir con todos tus sueños y proyectos, a Aquel que te ha amado tanto?
Toma la toalla que ciñe a la pecadora y que amortaja los pies de Jesús. Es la misma que ciñó Jesús cuando les lava los pies a los discípulos. Te está invitando a hacer lo mismo. ¿Quién reclama tu servicio generoso?
(publicado por: Sacerdotes del Sagrado Corazón)
Sin miedo Señor, porque caminas conmigo, con nosotros, porque de Ti viene el ritmo y, toca sólo saber acogerlo.“No temas Sion, no decaigan tus manos. El Señor tu Dios está en medio de ti…Estará lleno de gozo por ti, con su amor te dará nueva vida, bailará y gritará de alegría por ti como en los días de fiesta”
Sofonías (3, 14-18a)
Hasta ahora hemos hablado de los personajes del cuadro. Pero no nos hemos dado cuenta de un detalle de bulto. El autor ha renunciado a pintar a Jesús precisamente para meternos a nosotros, espectadores, en el cuadro. En realidad, lo que quiere provocar es que nosotros veamos las cosas como las ve Cristo. Es más, quiere hacernos sentir lo mismo que siente Cristo.
Después de haber reparado despacio en cada uno de los personajes que componen la escena, ponte en el lugar del Señor lugar, coge el pan y el vino. Mira a los ojos a estos personajes que están esperando tus palabras. ¿Qué les dirías? Pronuncia las palabras de Jesús: Tomad mi cuerpo, ¿estarías dispuesto/a a entregar tu cuerpo por alguien que lo necesite?, ¿por quién? Levanta el cáliz y di: “Tomad y bebed de mi sangre que será derramada por vosotros”. ¿Estarías dispuesto a derramar tu sangre, a comprometerte hasta tener problemas?Contempla despacio el cuadro y medita. Deja que te hable al corazón. Apunta todos tus sentimientos e ideas.
Ser joven es saber buscar de dónde viene la voz de Dios, como Samuel que se despierta tres veces y pregunta al profeta “¿me has llamado?”. Sentir la llamada es buscar quién, para qué, cómo y cuándo me llaman.
La experiencia de Dios es una búsqueda de toda la vida, cada día, en cada circunstancia, en el dolor y en la enfermedad encontrar el corazón abierto de Cristo que nos invita a seguirle, a dar como Él con toda generosidad, la vida.
Señor quiero ser como tú, que dices: “nadie ama más que el que da la vida por sus amigos”, pero quiero descubrir dónde quieres que mi entrega sea más auténtica para cumplir tu voluntad y poder decir de todo corazón la oración que tú nos enseñaste:“Padre nuestro, que estás en el cielo
santificado sea tu nombre
venga a nosotros tu Reino
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.Despierta Señor mi generosidad como lo hiciste con el profeta Samuel y ayúdame a serte fiel tanto en las grandes decisiones como en los pequeños detalles que tu llamada abre a mi existencia. Amén
¿Qué quieres que te haga?"(Mc). Eran tantas cosas las que podía pedir, una limosna, un cobijo, una ayuda familiar, un consuelo. Pero El ciego le respondió: "Rabboni, que vea". Pide lo que sólo se puede pedir desde la fe, pide lo imposible, pide la vista. "Entonces Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino"(Mc).
¿Dónde tengo puesta mi mirada? ¿Qué cosas veo? ¿ Qué me pasa desapercibido?
Petición: "Señor, que vea"
“En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.
Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario.
Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar.
Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, y no lo reconocieron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo.
Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!
Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.
Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!
Al momento Jesús, extendiendo la mano, lo agarró, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento.” (Mt 14, 24-34)
“Tú Señor, eres mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré?
Tú, Señor, eres la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?” (Sal 27,2)
“Tú Señor eres mi guardián, tú eres mi sombra, Estás a mi derecha,
Tú me guardas de todo de mal Y salvas mi vida…” (Sal 121,5-6)
“Tú estás conmigo, Dios y salvador mío.
Estoy seguro y sin miedo Porque tú eres mi fuerza y mi canción” (Is 12,2)