Las cosas no son lo que parecen, y quién mejor que Mandela para mostrarlo. ¿Cómo es tu mirada?
Y a ti, ¿qué te sugiere? Si ese poster fuera una persona sin hogar....¿mirarías?
¿Por qué soy esclava?
Me pide Fátima que haga esta pequeña colaboración. Aunque yo no soy muy amiga de estas cosas porque no me gustan ni el teléfono ni escribir, me parece “feo” decir que no. Así, pues, doy mi “versión”.
A estas alturas de la vida, me resulta tan fácil como el primer día, decir por qué soy esclava. Sencillamente, porque lo ha querido, expresamente, el Señor. No hay más.
Es donal el llamamiento inicial y el sostenido en este tiempo, largo de años y experiencia, que es la vida.
Cuando las cosas son de Dios, son envolventes y unifican; y esto, a cualquier edad y con cualquier preparación.
De inicio, en un momento determinado, se me hizo clarísimo por dentro, que lo que pensaba era lo que el Señor quería; y que así, podía hacer bien a otros.
En aquel entonces, esta entrega al Señor, era “ser monja”… De “carismas” e “historias”, nada de nada…; eso vino después y me fue dando forma con toda naturalidad…
Los años de formación, especialmente el Juniorado-Estudiantado, me aportaron un estupendo soporte. Sobre él, construyó el Señor a través de la vida, con sus ocasiones normales y estupendas; por supuesto, también, con sus contradicciones y contrariedades, claro es…
¿Por qué soy esclava? Porque el Señor lo ha querido de fondo y, en concreto, en la Congregación. Solo me queda decir, desde la gratitud y el cariño que mil vidas que tuviera, volvería a hacer lo mismo y en el mismo sitio… ¿Por qué? Porque hasta las cosas que no han sido positivas ni acertadas en la vida congregacional y en la mía propia, me han valido… Y la felicidad está hecha de saber poner nombre a todo e integrar la vida, con buen sentido, en su realidad. Desde la fe todo se convierte en bien.
He tenido personalmente una vida muy fácil, la verdad, y con muchas oportunidades. Ni un motivo de nada, solo motivos para decir: soy esclava porque, incomprensiblemente, el Señor lo ha querido para mí. Le doy las GRACIAS. He sido y soy feliz.
Mercedes Arancibia Alcaraz
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¡25 Años de ser bendecida, amada, llamada y enviada como Esclava!
Dios me llamó para ser Esclava. Las Esclavas llegaron a Ipil, (lugar donde nací) en junio de 1981 cuando había todavía mucha pobreza en este lugar, sin electricidad y con escasez de agua. Cuando Hna. Linda Vitto (difunta).ADC, coordinadora del grupo juvenil, me invitó a participar en una formación de líderes iniciada por ella, yo no estaba estudiando sino ganándome la vida felizmente como vendedora de pescado en el mercado. Allí empezó en mí esa inquietud que se despertaba cada vez que había un encuentro juvenil y que finalmente me llevó a buscar la voluntad de Dios.
La jornada de formación comenzó y mi vida en el mercado comenzó a desmoronarse. Los sueños y los planes se alteraron. Hubo un cambio brusco en todo lo que había estado haciendo. De repente me encontré desarraigada y colocada en un nuevo ambiente y en una nueva rutina. La lucha interior se hizo fuerte pero las palabras del salmista me consolaban: "El Señor dijo ‘Yo te haré saber y te enseñaré el camino en que debes andar; te aconsejaré con mis ojos puestos en ti’ ”. ¡Era cierto! En medio de mi desasosiego Dios respondió inmediatamente. Fue en una formación que tuvimos, en una oración de la tarde cuando tuve el primer encuentro con Jesús de Nazaret. Me acuerdo del diálogo que tuve:
“Je, te conozco bien, pero ellos te dicen, Tú nos amas mucho. Estoy aquí, lo que tienes, por favor ofrécemelo a mí también, y lo que te ofrecen los demás, espero que te pueda dar lo mismo. Amen” Sentí que esta oración no era más que una invitación en la que yo tenía que decir algo. Pero he aquí, que me encontré ya apasionadamente comprometida en el movimiento juvenil y otras actividades en la Iglesia, a nivel parroquial y en la Prelatura.
Sin embargo, Dios hizo otro movimiento: mientras estaba metida con todas las actividades en las que participaba, Él me dio un nuevo hogar – el del obispo, que me lo ofreció como becaria (estudiante que trabaja).
La estancia con el Obispo Federico O. Escaler, SJ me permitió profundizar en mi experiencia con el Corazón de Jesús. Uno de mis oficios era cuidar la segunda planta donde el obispo se alojaba y ayudar en la misa que diariamente celebraba a las 5:30 de la mañana. Como acólita, no tuve más remedio que aprender de memoria las respuestas de la celebración ya que era la única persona que asistía salvo cuando había alguna visita. Poco a poco, aprendí a amar la Eucaristía. Era como una poderosa energía que me dio suficiente fuerza para continuar mi tarea cotidiana. En efecto, era "una presencia silenciosa que conforta" (Const. n º 3)
Era muy feliz a pesar de las dificultades y los retos de la vida. Los horarios de la mañana me hicieron vivir una soledad con la que no estaba familiarizada pero más tarde me sentí en casa. Al recordar todas esas experiencias, veo que estas me fueron formando como Esclava y me introdujeron en la misión de la Iglesia: la salvación de la humanidad en Cristo.
Mientras estaba contenta haciendo mis tareas en la residencia del obispo, tuve muchas oportunidades de compartir con Hermana Rosario, una hermana española que tenía facilidad en el idioma “visaya”. Su alegría, su sencillez, su humildad y generosidad incondicional me tocaron interiormente y me animaban a querer ser como ella algún día, pero en ese momento, no pensé en entrar en la vida religiosa por tener un novio cariñoso y maduro con el que tenía una buena relación. Sin embargo, hubo un giro cuando asistí a un taller de oración un fin de semana, seguido de una búsqueda “search-in”. ¡Quedé inquieta! Este me llevó a un discernimiento serio.
El silencio durante este tiempo de discernimiento me puso frente al texto del encuentro de Jesús con Pedro después de la escena de la resurrección. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos. Él respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. , Dijo Jesús: ¡Apacienta mis corderos!” Esta experiencia me dio la gracia de decir SÍ a pesar de la oposición y resistencia de mi familia y, finalmente, renunciar a la persona a la que tanto quería. El eco en mí de la palabra del Señor "sígueme" fue más fuerte que el dolor de abandonar a un ser querido. Sentí que las palabras pronunciadas a Simón Pedro fueron dirigidas a mí también: Dios me pidió que apacentara a sus corderos, que cuidara de sus ovejas, y al final me dijo “¡sígueme!” Yo lo hice en la confianza de que cada día había sido, era y sería siempre el don de una vida enraizada en el amor de Dios. ¡Un amor que no tiene límites sino que permanece para siempre!
Cuando miro hacia atrás, después de veinticinco años amando y compartiendo humildemente el amor personal de Cristo con las personas con las que he caminado, me doy cuenta de tres aspectos que han influido en mí y me han ayudado a crecer como religiosa y como Esclava.
En primer lugar, la fe inquebrantable de mi propia madre (que era viuda). Su fidelidad como devota del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen del Perpetuo Socorro, preparó el camino para mi consagración religiosa.
En segundo lugar, la Iglesia que me ha evangelizado a través del don de la Eucaristía, la Palabra de Dios y las oraciones sencillas que ofrecía cada día.
Por último, las palabras de nuestro Beato Fundador, que es un recuerdo vivo y me abre un nuevo horizonte: "No os buscó Dios porque lo merecieseis ni porque os necesitase; os buscó Dios por un solo motivo, por el amor que os tenía, y para estrechar con vosotras una alianza, que no se romperá nunca.”(M. Spínola)
Hoy, mientras camino hacia adelante con mis hermanas, al anunciar el amor personal de Dios cada día, confío profundamente en que “en Él me muevo y existo". ¡La vida es Cristo!
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Nací en el seno de una familia cristiana buena aunque poco practicante en el culto religioso, descubro que mi madre tuvo un papel fundamental en el origen de mi vocación, desde su sencillez , me enseñó a ser buena con las personas y a querer mucho a Dios. Mi educación primaria fue con las Esclavas y durante esos años ellas también supieron, con su estilo sencillo, cercano, alegre, sembrar la semilla buena. Nunca me había planteado la posibilidad de ser religiosa, me gustaba divertirme con mis amigos, salir a fiestas, lo propio de la adolescencia. Por casualidad, que no es tanta casualidad, participé de un retiro que se organizaba en el curso por ser el final del año en el colegio, y allí Dios tuvo su momento para tocarme el corazón. El sacerdote que dirigía el retiro, dijo algo que me hizo pensar: ¿a qué van a dedicar su vida, en qué la van a emplear?... Dios se valió de esta frase para no dejarme ya tranquila y a partir de entonces se me repetía con frecuencia.
Empecé a cuestionarme mi relación con el chico con el que estaba saliendo, es entonces que empecé a considerar otras opciones de vida y cuando pensé en religiosa , ni yo misma me lo creía pues la verdad es que estaba bastante alejada de la práctica religiosa. Sentía la necesidad de orar, aunque no sabía muy bien en qué consistía, me iba a la terraza de mi casa por ser un sitio silencioso y alejado de la gente y allí con mi Biblia leía algún texto y me sentía en la presencia del Señor.
Experimentaba que estos ratitos me llenaban y me sentía bien, lo hacía a escondidas porque no quería que nadie se enterara, era mi secreto con el Señor. Las circunstancias se fueron dando para que muy pronto pudiera entrar al noviciado, uno de los momentos más importantes en mi vida.
A grandes rasgos he contado los inicios de mi vocación, pasando los años, y ya he hecho las bodas de plata, me voy dando cuenta que en el día a día voy experimentando esta elección de Dios para conmigo, soy consciente en mi propia vida de una gran verdad y es la que manifiesta el libro del Espíritu “no os buscó Dios ni porque lo mereciéseis… os buscó por el amor que os tenía…”
Por eso para mí es motivo de agradecimiento la vocación, me siento con la responsabilidad de cuidarla y mimarla cada día. Soy Esclava porque EL así lo ha querido y deseo responderle en fidelidad, entregando lo mejor de mí a Él y a mis hermanos . Gracias a la Congregación por abrirme sus puertas para poder ser parte de esta gran familia SPÍNOLA.
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Hace unos días recibí un correo de Fátima Blanca invitándome a dar mi testimonio sobre mi vocación; según ella, como a mí me conocen en la Congregación muchas hermanas, podía ayudar a alguien. Mi primera impresión fue decir que no; pero después pensé que quizá debería intentar hacerlo por si podía ayudar a alguien; así que me dispongo a hacer un ejercicio de memoria y escribir algo sobre cómo me decidí y entré.
Soy la más pequeña de ocho hermanos, en una familia andaluza muy cristiana y religiosa. No conocí a mi padre a quien mataron “los rojos” (las españolas saben muy bien lo que digo) y nací a los quince días de morir él. A pesar de no haberlo conocido su figura estaba muy presente en mi familia y durante toda mi infancia oía decir que él quería en su familia TRES TOCAS (tres religiosas). Nunca fui muy consciente de ello; pero creo que me influyó bastante pues veía que mis hermanas mayores se iban casando y por tanto, su deseo no se cumplía, de ahí que en algún momento debí pensar que yo debía ser la que le diera gusto. Por otra parte mi madre era una mujer muy sencilla, cercana, cariñosa, de una profundísima fe y una gran religiosidad, junto a un corazón muy caritativo y sensible a las necesidades de los demás. De las imágenes que mas grabada tengo de mi infancia es la de mi madre repartiendo comida en mi casa a todo pobre que llegaba durante los años de la postguerra; siempre decía que “no le falte un plato de comida caliente”. Ante cualquier circunstancia o acontecimiento, su frase habitual era “lo que Dios quiera”, “como Dios quiera”; “si Dios quiere”. Seguramente ella nunca supo nada de buscar y aceptar la voluntad de Dios; pero lo vivió día a día. A los cinco años me llevaron interna al colegio de las Esclavas de Ronda en donde estuve hasta los dieciséis, o sea once años interna rozándome con las Esclavas nueve meses cada año; ¡ya son años! De ahí que mi comienzo de noviciado fuera como una prolongación del internado, luego ya no, claro está. Lo que sí recuerdo claramente es que me decidí a entrar en unos Ejercicios Espirituales que hicimos en el Colegio cuando estudiaba sexto de bachillerato, o sea tendría quince años más o menos, entré a los diecisiete.
Desde entonces no he tenido dudas de mi vocación, ciertamente mi vida no ha sido siempre un camino de rosas en la Congregación, yo suelo decir que a mí Dios me ha peinado del revés muchas veces; pero siempre he descubierto que ha sido para mi bien aunque me haya costado, y a veces mucho, aceptar lo que Dios quería. Quizá se me ha quedado muy grabada aquella frase que M. Pacis (q.e.p.d.) nos repetía insistentemente en sus “explicaciones” en el juniorado “desde toda la eternidad con amor infinito Dios …”. Es verdad que poco a poco he ido descubriendo quién es y qué representa Jesucristo para mí; pero ya en la Congregación, yo cuando entré apenas sabía qué es esto de la vida religiosa; pero tenía claro una cosa: quería ser “monja esclava” y quería ayudar a los demás especialmente a través de la enseñanza.
Sí puedo decir, a esta altura de mi vida, que Jesucristo es el centro de mi vida y la única razón de ser de mi existencia, a pesar de mis debilidades y muchos fallos; creo que, si por un imposible, se descubriera que todo esto de Dios y de Jesucristo no es cierto, mi vida dejaría de tener sentido y habría sido un rotundo fracaso.
Otro aspecto q ue me gustaría destacar es mi vocación educadora. Desde pequeña sentí deseos de enseñar; de hecho recuerdo que, estando en casa, preparé a algunos hijos de obreros de la fábrica para la Primera Comunión y les enseñaba a leer. Creo y estoy muy de acuerdo con Nuestro Padre, que educando evangelizamos; es más creo que lo que se enseña no se pierde aunque no veamos el fruto, ¡ya saldrá! A este respecto recuerdo que cuando se cumplieron los 50 años del colegio de Barcelona, que ya lo habíamos vendido, los actuales dueños lo quisieron celebrar e invitaron a las esclavas que habían estado destinadas allí para que atendieran a las antiguas alumnas, a las que también habían invitado. Yo no asistí porque no sabían que yo también había estado; pero a los pocos días me llamó por teléfono una antigua alumna mía y entre las cosas que me dijo me agradeció las cosas que les decía en clase porque les habían ayudado mucho en su vida. La vida en los colegios es muy dura porque es duro someterte a un horario fijo, a unos métodos que no siempre te gustan, a una disciplina que a veces agobia, etc., etc. Hay que tener una gran dosis de disponibilidad y entrega para colaborar a que las cosas salgan lo mejor posible aunque no siempre te gusten. Pero sólo a través de la educación el ser humano puede llegar a ser persona y sacar de sí lo mejor que tiene. Estoy convencida de que el futuro de la humanidad será mejor si conseguimos educar (no sólo enseñar) a las generaciones jóvenes. Yo creo que he trabajado mucho en los casi 50 años que he estado en los colegios; no me arrepiento en absoluto de todo lo que he tenido que hacer; seguro que he metido la pata muchas veces; pero seguro también que el esfuerzo realizado y el empeño puesto ha servido para mucho a alguien. Eso es más que suficiente cuando ya estoy enfilando la última etapa de mi vida.
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Mi experiencia vocacional tuvo un comienzo, pero le precedió una preparación: familia, colegio, amigos, ambiente social, la Virgen muy presente en mi vida...
Dios me eligió, me llamó, me buscó, me acompañó, me rodeó de cuidados.
Su llamada para mi no fue fácil ni nítida.
Me sentía sí fuertemente atraída por JESÚS, el Señor.
Atracción mezclada con otras muchas atracciones sanas y legítimas. Lucha, dudas, claudicaciones. Pero siempre en mi caminar la Providencia me ha puesto personas cualificadas que me han ayudado a discernir, y en el comienzo de mi vocación fueron extraordinariamente importantes.
Terminé el bachillerato. Y en febrero de 1953 acababa el 2º cuatrimestre de 3º de Magisterio de repente, de la noche a la mañana y sin despedidas, sólo las indispensables (padres, hermanos, tíos), me llevaron a Moguer. Dios aprovechó el fin de unos Ejercicios Espirituales.
Inicié mi itinerancia interior: "Señor ¿dónde vives? ¿Cómo eres?" ¡Qué poco o nada te conocía, Jesús!
Fui descubriendo con dolor y lágrimas, con días alegres y felices, entre oscuridad y desolación que tu amor, Señor, vale más que la misma vida.
Que Marcelo Spínola y la M. Fundadora, Celia Méndez, habían encontrado en tu Corazón el sentido pleno de su existencia. Eso me iluminaba.
Fue en aumento aquella atracción primigenia hasta poder decir hoy - y ya han pasado años - que Dios me ha regalado un lote hermoso:
JESUCRISTO, su Hijo. Que me encanta mi heredad: anunciarlo, como Esclava de su Corazón.
Todo ha sido gracia, tras gracia... "por el grande Amor con el que me ha amado" (Ef 2, 4).
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Me preguntan que defina mi identidad.
Viví desde los 3 años en un Colegio de Esclavas, en Loreto, hasta los 17 que terminé Pre-universitario.
Aprendí un camino de FE y de entrega, fundamentado en la afirmación que tantas veces encontramos en la Biblia: “Creo en el Dios de mis padres”. En mi casa se experimentaba la FE y el AMOR de una familia creyente.
Recibí el testimonio de muchas Esclavas y sobre todo, la llamada del SEÑOR; ese misterio inexplicable de la vocación se fue fortaleciendo en mi adolescencia, a través de la oración y la Eucaristía.
Mis padres me hicieron esperar un año al terminar mi etapa de Colegio. Un año de
Universidad que afianzó mi decisión de consagrarle mi vida.
Hoy, voy camino de mis 50 años de consagración como Esclava. Más de 30 años de misión en Ecuador, a través de los cuales muchas veces he repetido en mi oración, como la Virgen María: “He aquí la Esclava del SEÑOR”.
Agradezco al Señor mi Historia de Salvación, en el día a día, desde el DON de su Espíritu y sigo en lo que deseo siga siendo mi entrega radical a su Corazón.
Hna. Mª José González -Blanch
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Hola a todos/as.
Lo primero que me sale al escribir mi despedida por estas hermosas tierras es, la palabra AGRADECIMIENTO con todo el corazón por todo lo vivido aquí, tanto las alegrías, tristezas, y despedidas, etc. que me acercaron a Dios y me fueron haciendo más humana, sensible a las personas.
Vuelvo con el corazón más grande por todo lo que llevo dentro, nombres, situaciones, recuerdos, a pesar de que no es fácil dejar todo esto, vuelvo contenta porque sé que lo que vivido ha dejado en mi huellas.
Ecuador ha significado para mí un paso en el que Dios se hizo presente en mi vida, a través de la cordialidad, alegría y fe de la gente sencilla por las cuales me sentí acogida.
Confío en que Dios hizo posible vivir en la diversidad, cuando ÉL es la unidad y nuestro centro.
También agradezco a cada una de mis hermanas, tanto de la delegación del Ecuador, como con las que viví e hice el noviciado, a pesar de las distancias en las que vamos a vivir ahora, estaremos unidas en el corazón de Jesús.
Susana
Bueno, esa es nuestra vida: un día llegamos… otro partimos… pero en cada paso “el corazón se llena cada vez más, de nombres y rostros a recordar”.
No sé si decirles adiós o un hasta luego pues siempre y cuando desear podemos encontrarnos en el corazón de Jesús, en un dulce recuerdo; o por el facebook, jejejeje!
Cómo no decir que del “lindo Ecuador”, llevo en la memoria una comunidad fraterna que se solidificó por la unidad, a través de la vida de oración, del diálogo constante, del perdón mutuo, con la corresponsabilidad y por encima de todo, dejándose llevar por el deseo de seguir tras las huellas de Jesús, reconociendo a menudo la fragilidad del barro y la grandeza de la llamada.
Llevo aun la gratitud por haberme sentido acogida, respetada, querida, acompañada, valorada, libre, bendecida y brindada con lo mejor de esa tierra.
Ecuador me hizo encontrar a Dios en muchos rincones y admirarlo en la magnitud de sus paisajes. Me vio alabarlo en muchos momentos y en tantos detalles de personas queridas; testimonió el encuentro conmigo misma y el verdadero descubrimiento de mi vocación.
Puedo afirmar que más hermoso que la belleza de esta tierra; con su gente, su cultura, sus colores, su música y su baile (que por cierto me encanta), sólo el regalo de haber sido acompañada por tantas hermanas que constantemente ofrecían sus oraciones y día tras día intercedían por nosotras. Eso nos ayudó a iluminar el camino que nos condujo hacia la meta y a fortalecernos en momentos de dudas.
Sé bien que muchas miradas se volcaron en nuestra dirección, y de una y otra manera nos hicieron llegar el cariño, la cercanía y el sentido de cuerpo, de familia.
Pues nada, la ventana para Ecuador se cierra; pero se abre en otra dirección; ya no con la misma curiosidad, e interrogantes (pero con la misma ilusión) pues ya se sabe que con sus riesgos, desafíos, crisis… merece la pena porque lo que prevalece son los frutos consecuentes del valor de la diversidad, la oportunidad de ratificar nuestro sí; la posibilidad de afianzar , agarrar y hundir raíces en El, que es el que verdaderamente sostiene nuestra vocación y nos permanece fiel hasta el fin.
Gislany
Con un español bastante dominado ya, estas son las palabras de agradecimiento que Jerline nos dirigió en el día de su profesión.
ACCION DE GRACIAS
Les agradezco a todos por estar presente en este día tan especial - en donde nos comprometimos a colaborar en la construcción del reino de amor aquí en la tierra.
Hoy quiero agradecer, sobre todo, al Señor por el don de la vocación como Esclava del Divino Corazón. Nunca me imaginé, en mi pequeñez, que algún día iba a ser religiosa. Mirando mi vida hacia atrás, agradezco al Señor especialmente por los momentos difíciles y duros porque he sentido siempre sus manos sosteniendo las mías. Yo sentía que en la debilidad y el sufrimiento me acompañaba siempre. No podía escapar porque no tenía a donde ir mejor que Él. ¿Cómo podía explorar el mundo cuando me dejaba invadir por el miedo y la desconfianza, cuando no tenía valentía para dar un paso adelante porque no podía ni siquiera ver el camino?
El Señor nunca me dejó sola. Siempre me envió personas como instrumento suyo en mi vida.
La educación está muy dentro de mi corazón porque a través de ella, yo tenía esperanza de luchar en la vida. En un principio no terminé como profesora pero la pasión de enseñar y ayudar a los alumnos me daba vida y felicidad.
Agradezco al Señor por esta pasión porque me lleva a cantar:
Cómo te pagaré Oh Señor
Todo el bien que me has hecho.
Cómo te pagaré, Oh Señor.
Señor, rompiste mis cadenas,
Tu amor me ha desbordado
Y siempre te ofreceré mi alabanza.
Alzaré la copa de la salvación
E invocaré tu nombre
Y mis votos cumpliré ante el pueblo.
Y así te pagaré, Oh Señor,
Todo el bien que me has hecho.
Así te pagaré, Oh Señor.
Después de acabar los estudios conseguí trabajo pero no era feliz, sentía vacío por dentro y buscaba algo que no sabía que era.
Me uní a un retiro vocacional de las Esclavas que me llevó a una experiencia profunda del amor del Señor a pesar de mis equivocaciones y mis debilidades. Los ojos del Señor me miran con ternura y me dicen que soy muy especial para Él. La vocación de Jeremías fue una inspiración que me llevó a profundizar en mi vida espiritual a través de la oración, meditación de la Palabra y acompañamiento de una hermana Esclava.
Jerline
En los Ejercicios Espirituales que hicimos hace 2 semanas, el Señor me hizo ver cuán bendecida soy por tanto que he recibido de Él, y pensé sería yo desagradecida si no hiciera hacer llegar a la gente los motivos por los cuales quiero dar gracias al Señor.
Los 2 años aquí en Ecuador ha sido muy rápido para mí, pero mis experiencias se quedarán grabadas en mi memoria afectiva… para siempre. Ha sido un tiempo de caídas y levantadas, de bajos y arribas… de alegría y también de penas, pero en esos momentos siempre hay nombres que mencionar, hay palabras y gestos para recordar. Le doy muchas gracias al Señor por haberme permitido vivir esta experiencia, por haberme mostrado su detalle de cariño a través de estas personas que están aquí que de alguna manera ha sido parte de mi persona y de mi vocación como Esclava.
Al venir aquí dejé los míos pero al dejar los míos encontré otra familia con la que me sentí muy en casa. Me dije me iré de aquí pero me iré con el corazón lleno de recuerdos y nombres a los que ahora quiero decir “Un Dios les pague” como dicen aquí.
Primero a mi comunidad aquí en Quito a la que he tenido muy cerca en momentos buenos y momentos que eran para tirar la toalla, quien aguantó el ruido cuando canto lo que siento y quien me comprendió en momentos en los que lo que quiero es solo “silencio”, hermanas que ofrecieron su “estamos contigo”, que me contagiaron su fe y que me acompañaron con sus oraciones. A ustedes hermanas “muchas gracias”. También quiero darle gracias a las hermanas de Manta y Portoviejo que siempre nos da su acogida cálida, nos hace sentir en familia cada vez que nos encontramos y que siempre nos acompañan con sus oraciones. A mi maestra, Fátima que ha estado allí cuando he necesitado una muleta y que me ha tirado de la oreja cuando me he despistado, para que me eche andar y me enseñó más con su ejemplo que con su palabra también “muchas gracias”. A mis compañeras en esta jornada Gislany, Jerline y Susana, ya saben lo que hemos vivido todo este tiempo, y gracias por todo esto, ustedes también me ayudaron mucho. A mi familia en la catequesis en la parroquia, mi gratitud por todo su ejemplo de entrega incondicional y su fe. Ustedes han contribuido algo en mi deseo de ser disponible a Dios y a mis hermanos. Al coro matutino que con su fe tan grande mostrado en cantos y en fidelidad al Señor en su sencillez y servicio muchas gracias. A los viejitos del comedor muchas gracias porque ustedes me ayudaron a descubrir esa ternura que está dormida dentro de mí. A los profes y alumnos de este colegio gracias por hacernos sentir
parte de esta familia. También gracias a los haitianos que me ayudaron a salir de mi misma cada vez que tengo encuentro con ellos en la clase. Ustedes también me han ayudado tener esa sensibilidad a las personas que necesitan. También gracias a las familias de las hermanas que también nos han tratado con mucho cariño. Y finalmente quiero agradecerles a todos ustedes ecuatorianos que están aquí, ha sido muy bonita mi experiencia en su “lindo ecuador” y fue un paso de Dios en mi vida. El no vernos o vernos otra vez personalmente solo Dios sabe pero si queremos vernos de vez en cuando sería solo en SU CORAZÓN, EN EL CORAZÓN DE JESÚS. Nos veremos entonces allí. Muchas gracias a todos y a todas.
Elmor
El día tres de agosto en Quito en la Parroquia de San Ignacio de Loyola en Solanda manifestamos públicamente nuestros deseos de consagrarnos enteramente al Señor. Emitimos emitido nuestros primeros votos (que son de carácter temporal pero en nuestros corazones ya llevan el deseo de que sea para siempre) en una solemne ceremonia rodeadas por todos aquellos que formaron parte de nuestro caminar a lo largo de estos dos años en Ecuador: hermanas, amigos, profesores, catequistas y los diversos destinatarios de nuestra misión.
La ceremonia fue presidida por un joven párroco exalumno de nuestro Colegio en Manta, apasionado por la Vida Religiosa y buen promotor vocacional, concelebrando con el actual Párroco, sacerdote jesuita y dos hermanos suyos de comunidad.
Tras la emocionante ceremonia religiosa recibimos a nuestros invitados en el salón del Centro Cardenal Spínola, en un ambiente familiar y sencillo pero de buen gusto y lleno de detalles que de veras llegaban al corazón; comprobando la entrega, la cercanía y la generosidad de aquellos que nos quieren y que nosotras también queremos y con quienes deseamos compartir ese momento especial y único de nuestras vidas.
La alegría fue mutua expresada a través de la música, del baile, de las ‘’palabritas’’ típicas de los ecuatorianos... y la secuencia; con las llamadas continuas, con las felicitaciones y bendiciones deseando que seamos fieles y que permanezcamos en Él.
En verdad el tiempo ha pasado; pero estoy segura de que guardaremos para siempre en un rincón bien especial, bonitos recuerdos de aquel día e intentaremos actualizar siempre aquella alegría por haber sido consagradas y poder compartir con otros nuestra vocación.
Todo pasa, sólo el amor de Dios permanece, y es él quién seguirá impulsando nuestra búsqueda, ensanchando nuestro corazón, poniéndonos en marcha y alimentando en nosotras el deseo de que sea para siempre.
‘’YO NO, PERO TÚ...’’
Y si el camino esté difícil, recordaremos
‘’TODO LO PUEDO EN EL’’
Desde que hice los EE.EE en febrero quise que el tono fuera en torno a la celebración de las bodas de plata que celebraba en este año. La verdad es que el Señor estuvo “comunicativo” y disfruté. Más adelante, cuando eran las novicias las que estaban de ejercicios (en Julio) también dediqué un tiempo de retiro para celebrar con el Señor nuestra alianza.
Esta celebración está muy empañada con la falta de Victoria, para quien no la conozca le digo que era mi amiga del alma, entramos y profesamos juntas, y después nos hemos acompañado mutuamente en este camino de seguimiento. El año pasado, en muy poco tiempo, murió de cáncer. Ella estaba esperando la fecha con ilusión y planificando cómo hacer para poder estar las tres (Victoria, Joy y yo), hasta propuso que la Conferencia General fuera en Angola para así coincidir. Se me hacía muy duro pensar en este aniversario sin ella aunque entendía que no faltábamos el Señor y yo, al fin y al cabo los protagonistas de mi consagración. Vivía una sensación agridulce que he leído como una invitación a mayor intimidad con el Señor, pero que me costaba.
Los días previos a la celebración en Manta, vi a las hermanas tan volcadas que deseé de verdad ponerme a tono por agradecimiento a ellas, por la acogida del pueblo ecuatoriano, por el cariño con que estaban las novicias, y sobre todo, por agradecimiento al Señor por tanta fidelidad en estos 25 años...
Tengo que decir que fue un día muy bonito, no me lo esperaba porque quiera que no, a la gente de Manta no la conocía tanto (he estado viviendo en Quito), no es la que ha recorrido conmigo todo este tiempo, pero se nota que era gente querida de la Congregación y fue entrañable. Me harté de llorar desde que empezó la misa con emociones encontradas (no pude leer la lectura): la ausencia de Victoria, la de mi padre (que aparecía varias veces en el video que nos pusieron), la belleza de lo que celebrábamos, la fidelidad del Señor, su paciencia, su cariño. Y también el celebrarlo con Lourdes a quien admiro y tanto cariño le tengo. Me sentí en casa y con mi Señor.
El sacerdote que celebró es un antiguo alumno de nuestro colegio de Portoviejo que nos tiene mucho aprecio (Raúl se llama), estuvo genial, muy cariñoso, cercano, agradecido, campechano y profundo a la vez y transmitiendo una imagen muy bonita de nuestra vida.
Doy gracias al Señor y quizás también a ti que me lees, por la parte que te toca en esta historia.
Adjunto y comparto contigo la acción de gracias que leí en el salón.
ACCIÓN DE GRACIAS
Un jueves, en una reunión de comunidad, viendo el calendario de verano me dice una hermana: hemos estado viendo la celebración y hemos pensado que tú digas la acción de gracias en el programa después de la misa. Desde el agradecimiento que siento por mi vocación y el que siento a la Delegación por la acogida y celebración ¿qué voy a decir? ¡Ah, muy bien, lo haré!
Pero cuando me dispongo a prepararla me viene el lío: ¿gracias de mi parte? ¿gracias de parte de las tres? ¿qué querrán Lourdes y Carmen agradecer? ¿y será dar gracias a Dios por el aniversario que celebramos o a los asistentes por acompañarnos? ¡Madre mía qué lío!
Me dije: “mira Fátima, déjate llevar por el corazón y a ver si sale algo. Empieza a escribir que ya el Señor te ayudará a seguir” y así hice.
Desde el corazón me brota y creo que también a mis hermanas Carmen y Lourdes, un GRACIAS en mayúsculas, subrayado y en negrita al Señor, el gran protagonista de nuestra historia y de esta celebración. GRACIAS POR ESTA HISTORIA DE AMOR.
Ha tenido el arte de conquistarnos, sostenernos, aguantarnos, trabajarnos,…
Como a cada uno de los que estamos aquí, pensó en nosotras desde antes de nacer, nos vio crecer, fue acompañando nuestra historia conociendo lo que había en el fondo de nuestro corazón.
Caminó a nuestro lado a través de muchas mediaciones: nuestras familias las primeras, amigos, catequistas, religiosas, sacerdotes… y muchos hermanos y hermanas en el Señor de los que se valió para dejarse amar y mostrarnos su amor.
Hemos sentido muchas veces nuestra pobreza: inconstancias, egoísmos, infidelidades… pero Él ha permanecido fiel, paciente, amoroso, atrayéndonos una y otra vez a sí.
Seducidas por su bondad dijimos sí hace unos años y muchos cientos de veces desde entonces, convencidas, como el hijo pródigo, de que en las caídas nos iba a acoger amorosamente y sin condiciones haciéndonos sentir una y otra vez "hijas amadas”.
El Señor es el mejor, todos lo sabemos, y por eso nosotras quisimos pertenecerle sólo a Él diciendo como María “He aquí la Esclava del Señor”, cuenta conmigo para lo que necesites.
Nos encomendó la hermosa tarea de ser medición de su amor, de anunciar su amor personal a aque-llos con quienes nos relacionemos.
Esa ha sido nuestra vida hasta el momento, un intento de respuesta agradecida a tanto bien recibido como decía nuestro padre fundador, anunciando ese amor, a veces de manera directa en clases, catequesis… y a veces como María o como Jesús en sus 30 años de Nazaret, intentando hacer bien lo pequeño de cada día, como decía nuestra fundadora: “ser extraordinarias en lo ordinario” con la confianza de que una vida sencilla, con amor, que se ofrece con el Señor repercute de alguna manera en el bien de los que sufren y de toda la humanidad.
Entre esas manifestaciones de apoyo y cariño del Señor están ustedes:
- El pueblo de Ecuador que, consagrado al Corazón de Jesús, tiene un ambiente en el que se respira una fe sencilla y profunda, puesta la confianza en el Señor que anima y motiva.
- Familiares y amigos, cuna donde nacen las vocaciones y apoyo que ayuda a nuestra fideli-dad.
- Hermanas de Congregación, nuestra segunda familia, el gran regalo del Señor.
- Jóvenes, compañeros… con quienes caminamos y a quienes el Señor nos envía.
Gracias por sus detalles, por su confianza, por su cariño. Gracias por unirse a nosotras en este canto agradecido, si somos más con más fuerza podemos celebrar este amor recibido de Dios.
Pidan por nosotras y ayúdennos exigiéndonos que seamos evangélicas y que vivamos con fidelidad al gran don que hemos recibido del Señor para colaborar con su misión.
Como dice el profeta Miqueas: para que amemos con ternura, practiquemos la justicia y caminemos humildemente con nuestro Dios.
GRACIAS
Imagino que más de uno se habrá preguntado qué ha pasado con la ventana. Como bien imagináis no ha sido falta de vida sino justo lo contrario.
Tras el último compartir en el blog, tuvimos la celebración del Sagrado Corazón en el cole con sus altares…, el campamento, clausura de los grupos de fe y de las clases de guitarra, ¡¡estuvimos en la radio!!, nos fuimos de Ejercicios, celebramos las bodas de oro de Carmen Payar y las de plata de Lourdes y Fátima, hubo despedidas… y como broche de oro, el cierre de etapa, LA PROFESIÓN.
Aunque por detrás en el tiempo, no queremos dejar de compartir en próximas entradas lo que fue la celebración de “bodas”, la profesión y alguna que otra despedida preparando el cierre de esta ventana y quizás la apertura de otra en la “6ª planta”.
Cada novicia, después de profesar, ha regresado a su país y el noviciado internacional se ha trasladado por dos años a Madrid, en este momento con sede en la 6ª planta de nuestro edificio de Chamartín.