Oración - María Inmaculada
- Comenzamos escuchando: Madre mía (Diana Navarro)
Se nos presenta a María Inmaculada como el epílogo, como la síntesis del mundo de la santidad (…) El mundo entero a reconocido que ha sido adornada de los privilegios a los santos otorgados y que todos en Ella se han reunido en grado sumo, en tal manera que nada de los santos existe que María no posea por modo maravilloso y singular. (M. Spínola)
- Contemplamos la escena
Contempla la imagen: aparece un ángel y María. Mira los colores: blanco, rojo, dorado, azul. Fíjate que es un mosaico con teselas de diferentes tamaños.
Estamos ante un icono.
Ahora pon tu mirada en los rostros de María y del Ángel. Fíjate hacia donde miran. Los dos de perfil: María hacia abajo y el ángel a María. Los dos tienen una expresión de serenidad, paz, tranquilidad.
Estamos ante el acontecimiento más grande que podamos presenciar: Dios, por medio del ángel, anuncia a María que va a ser Madre de Dios y le pide su consentimiento. Nos encontramos con la escena de la Anunciación.
El ángel anuncia la Palabra de Dios, representada por ese pliego de papel dorado que va desde su mano a María. Se aprecia la escucha y la aceptación de parte de María. El ángel toma su ala con una mano para entrar sin hacer ruido.
Contempla la actitud de María: no se sobresalta, en su rostro hay paz y serenidad. Continúa en sus quehaceres y acepta lo que viene de Dios. Acoge la Palabra recibida de la Alto, pero no se queda con ella. Su mano tiende abierta hacia los demás. Fíjate en el ovillo. Es el germen de la Palabra. Ya Dios y su Palabra habitan en ella. Es Jesús a quien comienza a tejer, María, en su interior.
- Escuchamos la escena: Lc 1, 26-38)
- Reflexión:
“De eso, sí se trataba: del destino del mundo, pendiente, como de un hilo, de unos labios de mujer. Y en el mundo no sonaron campanas cuando ella abrió los labios. Pero, sin que nadie se enterara, “el corazón de Jesús” comenzó a latir porque una mujer dijo: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según Tu palabra”. Dijo “esclava” porque sabía que desde aquel momento dejaba de pertenecerse. Dijo “hágase” porque “aquello” que ocurrió en su seno solo podía entenderse como una nueva creación. No sabemos como se fue el ángel. No sabemos como quedó María. Solo sabemos que el mundo había cambiado. Fuera, no se abrieron las flores. Fuera, quienes labraban la tierra siguieron trabajando sin que siquiera un olor les anunciase que algo había ocurrido. Si en Roma el emperador hubiera consultado a su espejito mágico sobre si seguía siendo el hombre más importante del mundo, nada le habría hecho sospechar que en la otra punta del mundo la historia había girado. Solo Dios, María y un .ángel lo sabían. Dios había empezado la prodigiosa aventura de ser hombre en el seno de una mujer”.
(J. L. Martín Descalzo, vida y misterio de Jesús de Nazaret, 91)
“Hacer pues, la corte a la Inmaculada concepción de María, será andar siempre ocupados en Ella; pensando en lo que es y en lo que vale, estimándola y apreciándola en su grandeza, amándola con todo el amor que en nuestras almas quepa, y tributándole rendidos y afectuosos homenajes; será llevar a la Inmaculada concepción a todas partes… “
“Pero no basta a la esclava hacer la corte a María Inmaculada; debe llenarse del aroma de este Misterio. Cada uno de los momentos de la vida de María, como cada uno de los instantes de la vida de Jesucristo, tiene su espíritu propio. (…) el ambiente de la Concepción es un ambiente de pureza, de suavidad, de dulzura, de paz y de tranquila esperanza.”
(M. Spínola)
- Compartimos
Terminamos cantando: Magnificat
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